—Vas a matarme cuando sepas lo que he hecho —le dijo Paula a Fernando esa noche después de que el maître los acomodara en una mesa.
—¿Matarte? —le sonrió por encima del menú que había abierto—. Nunca.
Ella gimió y apoyó el mentón en las palmas de las manos.
—Pedro cree que el bebé es tuyo.
—¿Qué? —soltó Fernando con incredulidad.
Paula se mordió el labio.
—Cree que estoy embarazada de tí.
—¿Es lo que le dijiste?
Era difícil evaluar la reacción de Fernando. Desde luego, no se lo veía tan irritado como había esperado que estaría. Pero tampoco reía.
—No del todo.
—Entonces, ¿Cómo llegó a ese malentendido?
—Es difícil de explicar. Pedro se mostraba... difícil. Dió por hecho...
—¿Que yo era tu novio? —cerró el menú y lo dejó sobre la mesa—. ¿Y no le dijiste la verdad?
—Yo... se estaba comportando como un idiota.
—¡Paula! Esto es casi tan descabellado como tu idea demente de tener un bebé.
—Fernando, por favor —desplegó la servilleta y se la colocó sobre el regazo—. Ya tuve suficientes recriminaciones al respecto de mi padre. ¿Podemos obviar ese tema?
Fernando se reclinó en la silla y la estudió.
—Bien, ¿Cómo reaccionó Pedro?
—¿Cómo imaginas que lo hizo?
—Mal —con un gesto le indicó al camarero que se acercaba a tomarles el pedido que les diera más tiempo.
—Por supuesto, voy a tener que decirle que no es cierto. No es justo enredarte en... nuestros problemas.
—Paula... —acercó la silla al lado de ella y le pasó un brazo por los hombros—. Odio verte así. Somos amigos desde hace mucho tiempo, ¿Cierto?
Ella asintió, temerosa de que si hablaba le saltaran las lágrimas que le atenazaban la garganta.
—Aprovéchate de mí... deja que Pedro siga creyendo que vas a tener mi bebé. No tienes por qué contarle la verdad ahora mismo. Date algo de espacio y elige el momento apropiado para revelárselo.
Fernando tenía parte de razón.Siempre había actuado siguiendo impulsos... y no siempre le había ido bien. Incluso decidir tener el bebé había sido una reacción ante la ausencia de Pedro. Si continuaba con la mentira, éste también pensaría que Fernando era su amante y eso facilitaría mantenerlo a distancia. Le proporcionaría una máscara tras la cual poder esconderse. Lo que le recordó...
—Mmm... deberías saber algo más.
—¿Qué?
—Le dije a Pedro que planeábamos casarnos.
Fernando la miró atónito, y luego soltó una carcajada que hizo que los comensales de las mesas próximas giraran la cabeza.
—Es demasiado gracioso.
Paula no quería enfrentarse al hecho de que también quería que Pedro sufriera un poco. Después de todo, se había desvanecido cuatro años con otra mujer. Pero no tenía intención de dejar que creyera para siempre que Fernando era el padre de su bebé.
—Úsame como tu escudo humano el tiempo que quieras. Deja que Pedro crea que pretendes pedir el divorcio —llamó al camarero que esperaba a cierta distancia.
—Fernando, eres el mejor amigo que podría tener una mujer.
—Cuando gustes —le dedicó una sonrisa agridulce—. Y ahora nos merecemos un poco de champán para celebrar nuestro compromiso.
Al oír el coche detenerse fuera, se levantó en el acto. Pedro finalmente había reconocido que Paula tenía razón. Quizá no se habían comunicado lo suficiente en el pasado. Él había considerado que era suficiente la comunicación que compartían en el dormitorio. Le había demostrado lo que sentía con acciones, no palabras. Pero empezaba a comprender que había cosas que deberíanhaber tratado. Sin importar lo difícil que le hubiera resultado a él. Esa noche planeaba iniciar la construcción de un puente sobre ese abismo de dolor silencioso y promesas rotas que había entre ellos. Con eso en mente, le había dado la noche libre a Leonardo para estar a solas con ella. Y en ese momento, dos tazas de chocolate, calientes y espumosas, humeaban en la bandeja del mayordomo. No le gustó el sonido de una risa masculina. Salió al pasillo en el momento en que sonaba el código de seguridad. Paula entró riendo. La emoción apuñaló a Pedro . Detrás la seguía... Hall-Lewis.Todo su instinto masculino se puso en alerta. No era lo que había esperado. Era su culpa. Se había permitido caer en una falsa sensación de seguridad.
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