martes, 2 de enero de 2018

Irresistible: Capítulo 44

Pedro esperaba  junto  al  ruedo  principal  a  que  llegasen  los  participantes  a  presenciar su demostración, pero el micrófono no parecía funcionar bien y no sabía si se le había oído. Entonces vió a Paula acercarse. El pelo le caía alrededor de la cara como  una  cortina  de  seda,  y  movía  las  caderas  de  una  forma  fascinantemente  femenina. Iba derecha hacia él. Le gustaba verla. Había muchas cosas que quería decirle, pero no había tenido tiempo. Había pensado en buscarla cuando todo terminase, pero ella estaba allí en aquel preciso momento. No sabía por qué, pero si era por algo que él hubiese hecho y aquello la acercaba a él, lo seguiría haciendo. Su corazón se  inflamó de amor,  y se dió  cuenta de que las  dos  cosas  que más deseaba en la vida eran ella y un hogar. Ver a  Paula y  oírle  decir  que  él  era  más  que  bueno  había  derribado  su  última  barrera emocional. O quizá había sido la necesidad de agarrarse a un clavo ardiendo; fuese  lo  que  fuese  le  había  dado  las  fuerzas  que  necesitaba  para  decirle lo  mucho que la amaba. En  una  ocasión  le  había  dicho  que  cuando averiguase  lo  que  quería,  sería  la  primera en saberlo. Y aquel era el momento. Tenía que saber si ella sentía lo mismo. Paula se detuvo frente a él. Estaba casi sin aliento por lo deprisa que se había dirigido hacia allí.

—¿Qué pretendes hacer? —le preguntó ella.

—Poner el broche final a todo esto —dijo él—. Me pareció una buena idea.

Tenía que decirle lo que sentía, y tenía que darle las gracias a Marcos por haberle hecho volver a Destiny.

—¿Te has vuelto loco? No puedes hacerlo.

Pedro frunció el ceño. ¿De qué estaba hablando?

—¿Hacer, qué?

—Tu  pierna  —contestó  ella—.  No  lo  has  hecho  en  mucho  tiempo,  es  una  tontería.

—¿El qué?

 —Montarte en un toro. ¿Y si te vuelves a hacer daño?

¡Paula había creído que iba a montar sobre un toro! Estaba preocupada por él. ¡Ojalá aquello significase lo que él pensaba!

—¿Cómo te sentirías si me hiciese daño en la pierna? —le preguntó, observando su reacción.

—Es una pregunta estúpida  —dijo  ella,  y  le temblaron  los  labios. 

Entonces  se  dió la vuelta.

—Yo no creo que lo sea. Dime cómo te sentirías.

Paula  negó con la cabeza sin mirarlo.

—¿Desde cuándo te asusta decir lo que piensas?

Aquello hizo que Paula se diese la vuelta y lo mirase.

—¿Quieres saber cómo me sentiría? —dijo ella furiosa secándose una lágrima—. No. Soy yo quien quiere decirte cómo me siento —corrigió ella.

—De acuerdo.

—La  vida es demasiado corta  para dejar  cosas en el  tintero  y  hay  demasiados  cabos sueltos.

—De acuerdo —dijo él deseando que hablase.  Si no lo hacía, lo haría él.

 —Quizá esté loca por amarte, pero así es.

Por  fin.  Pedro, que  había  estado  conteniendo  el  aliento,  suspiró.  Él  quería  decirle lo que sentía, pero ella no había terminado aún.

—Soy mujer de un solo hombre, y tú siempre fuiste el único para mí. Te amaba hace  diez  años  y  te amo  ahora.  Por  más  que  he  intentado  dejar  de  hacerlo,  no  he  podido.

—¿Intentaste no amarme?

—Sí.

—¿Por qué?

 —Porque sabía que tú amabas a Camila. Y aún la amas.

—Espera...

Paula continuó como si él no hubiese hablado.

—El día en que ella volvió te ví besarla y abrazarla. Es a ella a quien tú quieres, y yo no puedo dejar de ser como soy.

 —Paula...

—No te preocupes, Pedro. Lo superaré. Ahora que te lo he dicho me siento mucho mejor —dijo ella, pero las lágrimas rodaban por sus mejillas.

—No llores, cariño  —dijo Pedro tomando  la  cara  de  Paula en  sus  manos  y  secando sus lágrimas con los pulgares.

Después la abrazó.

—No lo hagas, Pedro—dijo ella esforzándose por apartarse.

—¿El  qué?  ¿Que no te ame?  —dijo Pedro apoyando  la  barbilla  sobre  su  cabeza—. Demasiado tarde. Te amo.

Pedro sonrió al sentir que ella lo abrazaba.

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