martes, 16 de enero de 2018

Eres Mía: Capítulo 14

—¿Quieres que te lo deletree?

—Así  como  es  cierto  que  la  base  de  este  jarrón  se  rompió  como  el  de  Warka,  me  molesta tu implicación de que fue como resultado de su robo del Museo de Irak. Este no  es  el  Jarrón  de  Inanna  que  tú  viste  allí.  Este  jarrón  posee  una  procedencia  segura.  Creo que sufrió daños hace unos años, cuando se inspeccionó por motivos del seguro.—¿Y no se restauró entonces? —inquirió él con incredulidad.

—A  mí  también  me  resultó  peculiar  —reconoció  Paula—.  Pero  el  coleccionista  se  hace mayor y el mantenimiento le resultaba agotador. Lo hicimos restaurar nada más adquirirlo.  Verás  que  no  fue  el  primer  daño  que  recibió.  Siglos  atrás  debió  de  caerse,  porque fue restaurado por artesanos antiguos. ¿Lo ves?

Ella señaló las marcas y le dedicó una mirada de reojo para evaluar su reacción. Ni un parpadeo.Dejó de mirar el jarrón de alabastro y centró su atención en ella.

—Lo  veo,  y  sospecho  que  es  muy  factible  que  fuera  robado...  y  vendido  en  el  lucrativo  mercado  negro  a  un  coleccionista  que  lo  mantuvo  bajo  fuertes  medidas  de  seguridad.

Molesta ante la implicación de que tanto ella como Ariel Daley, el conservador jefe ya mayor, pudieran comprar artefactos en el mercado negro, nombró al vendedor, un coleccionista privado de excelente reputación.Él enarcó una ceja.

—¿Aceptó separarse voluntariamente de la que debía ser la joya de la corona de su colección?

 Se  preguntó  si  de  verdad  creía  que  había  habido  algo  turbio  o  solo  intentaba  crisparla.

—Es un viejo amigo de mi padre. No tiene hijos... y sus herederos carecen de interés por  las  antigüedades.  Y como  te  acabo  de  informar,  la  pieza  ya  estaba  dañada.  Creo  que  el  pobre  hombre  estaba  encantado  de  que  la  restauraran  y  expusieran  en  el  museo  para  que  la  gente  pudiera  gozar  de  ella.  Fuimos  muy  afortunados  de  adquirir  parte de su colección.

La sorpresa de Pedro se puso de manifiesto.

—¿Hay más piezas?

—Oh,  sí  —el orgullo hizo que  sonriera—.  Pero  aún  las  están  catalogando...  Ariel   comprueba  la  procedencia  de  cada  pieza.  Pero  ha  ayudado  que  nuestro  coleccionista  sea  mayor  y  realizara  casi  todas  sus  adquisiciones  antes  de  la  década  de  los  setenta.  Durante un tiempo no se expondrán... la limpieza y restauración lleva mucho tiempo... aunque  exhibiremos  una  de  las  piezas  más  espectaculares  para  que  coincida  con  el  festival del museo.—Y  para  convencerte  del  cuidado  que  pusimos,  Ariel  contactó  con  el  museo  de  Bagdad  y  confirmó  que  el  Jarrón  de  Inanna  no  había  sido  saqueado.  No  figura  en  su  inventario de artefactos perdidos.La miró a los ojos.

—Yo habría  hecho  exactamente  lo  mismo.  Pero  eso  no  garantiza  que  no  haya  sido  saqueado, solo que su desaparición aún no se ha registrado.

El  impacto  de  esos  ojos  hizo  que  sus  siguientes  palabras  murieran  mudas  en  su  boca. La  mirada  de  Pedro se  agudizó  y  le  tomó  la  mano.  Mientras  el  dedo  pulgar  acariciaba   la   ligera   hendidura   donde   había   estado   la   alianza,   experimentó   una   descarga de sensaciones.

—No llevas puesta la alianza.

—Me la quité.

—¿Por qué?

En ese momento entró un grupo de turistas japoneses en una excursión guiada por el museo.

—Este no es el lugar para mantener esta discusión —dijo, agradecida por el respiro.

—¿Por qué? —repitió él con más insistencia, sin moverse.

El aire entre ellos crepitaba. Se le encendieron las mejillas.

—Estamos dando un espectáculo.

Sin  aguardar  la  respuesta  de  él,  liberó  su  mano  y  escapó  de  la  galería  como  si  la  persiguiera el mismo diablo. Pedro llenó el umbral de la puerta de su despacho.Paula pensó que había llegado el diablo en persona...Desterró  esa  imagen  y  respiró  hondo.  La reacción  al  contacto  con  él  la  había  sacudido.  La  atracción  que  siempre  le  había  provocado  parecía  tan  poderosa  como  siempre... aun cuando él la odiaba.Se preguntó qué diablos le pasaba. La había abandonado por otra mujer. ¿Cómo podía siquiera sentirse tentada por un hombre  cuyo  desprecio  por  ella  resultaba  palpable?  Pero  había  una  salida...  que  lo  situaría para siempre fuera de su alcance.Era hora de pensar en su propia supervivencia. Y en la de su bebé.

—Me quité la alianza porque... —la voz se le quebró y tragó saliva.

Pedro se  quedó  inmóvil  y  con  los  ojos  entornados.  Ahí  no  había  amor,  solo  oscuridad.

—Fernando me pidió en matrimonio y...

—¡No! —el sonido estalló de él.

Con rapidez, añadió:

—Le dije que sí —alzó el mentón y sus ojos se encontraron—. Un bebé necesita un padre.

Para sus adentros se disculpó con Fernando por su cobardía. Pero sería más fácil de esa manera. Pedro ya había llegado a la conclusión de que el bebé era de su amigo. Y ella no quería a ese desconocido de ojos fríos y naturaleza suspicaz.

—No puedes casarte con Hall-Lewis... estás casada conmigo.

—No, no lo estoy. Tú estás muerto.

—¿Disculpa? —se acercó, demasiado grande y peligroso—. Estoy bien vivo.

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