Se apoyó contra la ventana y recordó todas las charlas felices que habían tenido sobre formar una familia numerosa. Y en ese momento Paula estaba embarazada. Pero no de él. No estaba realizando el sueño de ambos. Era únicamente el sueño nuevo de ella... parte de la visión que tenía de un futuro con Hall-Lewis.En la calidez del dormitorio, supo que tendría que luchar por su propio futuro con ella. La siguiente parada sería una visita a su abogado, quien sin duda se mostraría atónito de verlo. Su buitre legal al fin podría ganarse la excelente minuta que siempre le había pagado, resucitándolo legalmente de entre los muertos.Su matrimonio distaba mucho de estar acabado.No iba a dejar que Hall-Lewis se la arrebatara sin oponer una dura resistencia.Había vuelto a casa para quedarse.
Paula entró en la casa a oscuras.Unos candelabros proyectaban sombras suaves en los rincones del vestíbulo. Se dirigió hacia la escalera alfombrada. Arriba, Leonardo ya había apagado las luces del techo, dejando un resplandor tenue de una lámpara que había en un aparador para que le iluminara el camino. La puerta del dormitorio estaba abierta un poco. La empujó, fue hacia la silueta tenue de la cama y se sentó en el borde. Después de quitarse los zapatos de tacón alto, se inclinó y encendió la lámpara de la mesilla.Se incorporó, se bajó la cremallera del vestido negro de algodón y con un contoneo comenzó a quitárselo.
—La verdad es que no tenía en mente un striptease, pero no dejes que eso te frene.
Paula giró en redondo con el corpiño pegado a los pechos y miró al hombre acostado en la cama grande, los brazos cruzados detrás de la cabeza y que la estudiaba con ojos entrecerrados.
—Casi me provocas un paro cardíaco. ¿Qué haces aquí? —demandó—. En mi casa —entonces notó que tenía el torso desnudo—. ¡No llevas puesto nada!
—¿También has olvidado que duermo desnudo? —sonrió.
Desnudo. Eso invocó imágenes que la hicieron sudar. Lo había visto desnudo un millón de veces. Habían hecho el amor. Y de forma muy apasionada. Entonces, ¿por qué esa única palabra la hacía temblar como si fuera virgen?
Pedro sonreía como un depredador, lo que hizo que sospechara que sabía exactamente cómo se sentía. Pegó con más fuerza el vestido contra sus pechos.
—Sal de mi cama —soltó.
Sin importar lo que él tuviera en mente, no pensaba acostarse con él como si fuera una fruta madura y lista para ser devorada.
—Nuestra cama —ante su rubor, murmuró con tono ronco—: ¿No me digas que tu novio usa pijama?
En el último instante recordó que le había dicho que iba a casarse con Fernando y contuvo la réplica. Su incomodidad aumentó. Pero al menos esa ficción del novio le daba una protección sobre el efecto no deseado que ejercía sobre ella la presencia física de Pedro. Absolutamente decidida a no revelar su vulnerabilidad, echó la cabeza atrás y respondió:
—¿No se te pasó por la cabeza que al venir aquí esta noche podrías haberte encontrado con él?
—Es algo que consideré. Para serte sincero, deseaba que pasara.
Ese lado oscuro de Pedro que había sabido que debía existir pero que nunca había visto la asustaba. Había servido en las Fuerzas Especiales; poseía una destreza y unos conocimientos que jamás quería llegar a descubrir. Podría hacer pedazos a Fernando.Se preguntó si habría cometido un gran error táctico al decirle que iba a casarse con su amigo. ¿Lo habría puesto en peligro? Tragó saliva y se dijo que estaba exagerando. Nunca le haría daño a Fernando. Él alzó el edredón en un gesto de invitación.
—Pero tu novio no está aquí y tú ya estás medio desnuda. Suelta ese vestido y métete en la cama.
El corazón le dió un vuelco. Su aplastante incapacidad de resistirse a él era el motivo de la mentira que había urdido.
—Ni lo sueñes.
—¿Se supone que debo ir a buscarte? —le ofreció una sonrisa letal.
La promesa manifiesta en sus ojos hizo que Paula temblara. Lo haría. Y estaba desnudo bajo la sábana... "Largate ya", pensó.
—¡Eres imposible! —subiéndose el vestido, cruzó la habitación antes de que la tentación pudiera ganarle—. Esto ha ido demasiado lejos. Voy a darme una ducha y cuando salga, te quiero fuera de aquí. Puedes elegir cualquiera de los dormitorios para invitados, pero este es mi dormitorio.Al cerrar con fuerza la puerta del cuarto de baño principal, lo oyó gruñir:
—Y esta es mi cama. Tú eres mi esposa... a pesar de que parezca que lo hayas olvidado.
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