jueves, 18 de enero de 2018

Eres Mía: Capítulo 17

Se  apoyó  contra  la  ventana  y  recordó  todas  las  charlas  felices  que  habían  tenido  sobre formar una familia numerosa. Y en ese momento Paula estaba embarazada. Pero no de él. No estaba realizando el sueño de ambos. Era únicamente el sueño nuevo de ella... parte de la visión que tenía de un futuro con Hall-Lewis.En  la  calidez  del  dormitorio,  supo  que  tendría  que  luchar  por  su  propio  futuro  con  ella.  La  siguiente  parada  sería  una  visita  a  su  abogado,  quien  sin  duda  se  mostraría  atónito de verlo. Su buitre legal al fin podría ganarse la excelente minuta que siempre le había pagado, resucitándolo legalmente de entre los muertos.Su matrimonio distaba mucho de estar acabado.No iba a dejar que Hall-Lewis se la arrebatara sin oponer una dura resistencia.Había vuelto a casa para quedarse.

Paula entró en la casa a oscuras.Unos  candelabros  proyectaban  sombras  suaves  en  los  rincones  del  vestíbulo.  Se  dirigió hacia la escalera alfombrada. Arriba, Leonardo ya había apagado las luces del techo, dejando un resplandor tenue de una lámpara que había en un aparador para que le iluminara el camino. La  puerta  del  dormitorio  estaba  abierta  un  poco.  La  empujó,  fue  hacia  la  silueta  tenue de la cama y se sentó en el borde. Después de quitarse los zapatos de tacón alto, se inclinó y encendió la lámpara de la mesilla.Se incorporó, se bajó la cremallera del vestido negro de algodón y con un contoneo comenzó a quitárselo.

—La verdad es que no tenía en mente un striptease, pero no dejes que eso te frene.

Paula giró en redondo con el corpiño pegado a los pechos y miró al hombre acostado en la cama grande, los brazos cruzados detrás de la cabeza y que la estudiaba con ojos entrecerrados.

—Casi  me  provocas  un  paro  cardíaco.  ¿Qué  haces  aquí?  —demandó—.  En  mi  casa  —entonces notó que tenía el torso desnudo—. ¡No llevas puesto nada!

—¿También has olvidado que duermo desnudo? —sonrió.

Desnudo.  Eso  invocó  imágenes  que  la  hicieron  sudar.  Lo  había  visto  desnudo  un  millón de  veces.  Habían hecho  el  amor.  Y  de  forma  muy  apasionada.  Entonces,  ¿por  qué esa única palabra la hacía temblar como si fuera virgen?

Pedro sonreía  como  un  depredador,   lo que hizo que  sospechara que sabía   exactamente cómo se sentía. Pegó con más fuerza el vestido contra sus pechos.

—Sal de  mi cama  —soltó. 

Sin  importar  lo  que  él  tuviera  en  mente,  no  pensaba  acostarse con él como si fuera una fruta madura y lista para ser devorada.

—Nuestra cama —ante su rubor, murmuró con tono ronco—: ¿No me digas que tu novio usa pijama?

En  el último  instante  recordó  que  le  había  dicho  que  iba  a  casarse  con  Fernando y  contuvo  la  réplica.  Su  incomodidad  aumentó.  Pero  al  menos  esa  ficción  del  novio  le  daba  una  protección  sobre  el  efecto  no  deseado  que  ejercía  sobre  ella  la  presencia  física de Pedro. Absolutamente  decidida  a  no  revelar  su  vulnerabilidad,  echó  la  cabeza  atrás  y  respondió:

—¿No  se  te  pasó  por  la  cabeza  que  al  venir  aquí  esta  noche  podrías  haberte  encontrado con él?

—Es algo que consideré. Para serte sincero, deseaba que pasara.

Ese lado oscuro de Pedro que había sabido que debía existir pero que nunca había visto  la  asustaba.  Había  servido  en  las  Fuerzas  Especiales;  poseía  una  destreza  y  unos  conocimientos que jamás quería llegar a descubrir. Podría hacer pedazos a Fernando.Se preguntó si habría cometido un gran error táctico al decirle que iba a casarse con su amigo. ¿Lo habría puesto en peligro? Tragó saliva y se dijo que estaba exagerando. Nunca le haría daño a Fernando. Él alzó el edredón en un gesto de invitación.

—Pero  tu  novio  no  está  aquí  y  tú  ya  estás  medio  desnuda.  Suelta  ese  vestido  y  métete en la cama.

El corazón le dió un vuelco. Su aplastante incapacidad de resistirse a él era el motivo de la mentira que había urdido.

—Ni lo sueñes.

—¿Se supone que debo ir a buscarte? —le ofreció una sonrisa letal.

La  promesa  manifiesta  en  sus  ojos  hizo  que  Paula temblara.  Lo  haría.  Y  estaba  desnudo bajo la sábana... "Largate ya", pensó.

—¡Eres  imposible!  —subiéndose  el  vestido,  cruzó  la  habitación  antes  de  que  la  tentación  pudiera  ganarle—.  Esto  ha  ido  demasiado  lejos.  Voy  a  darme  una  ducha  y  cuando salga, te quiero fuera de aquí. Puedes elegir cualquiera de los dormitorios para invitados, pero este es mi dormitorio.Al cerrar con fuerza la puerta del cuarto de baño principal, lo oyó gruñir:

—Y  esta  es  mi  cama.  Tú  eres  mi  esposa...  a  pesar  de  que  parezca  que  lo  hayas  olvidado.

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