La necesidad, ardiente e inesperada, le provocó un vacío en el estómago. Dios, lo había echado de menos. La fragancia no olvidada de él, una mezcla de almizcle y algo penetrante, le llenó los sentidos. Cerró los ojos y se apoyó contra su marido, el cuerpo le temblaba al entrar en contacto con esa extensión tensa. La calidez del cuerpo grande se filtró despacio en ella, reviviéndola después de ese frío que le embotaba el corazón. Durante unos momentos casi esperó que los cuerpos pudieran comunicarse a pesar de que los cerebros parecían distanciados.
El bebé se movió. Y en el instante en que sus labios le rozaban el mentón, Pedro se separó de su abrazo. Estableciendo dos metros entre ambos, se detuvo cerca de la puerta con respiración pesada.
—¿Qué diablos te pasa? —Paula intentaba no jurar nunca, pero la fuerza con la que se apartó de ella la ofendió. En esa ocasión no pensaba cerrar la distancia que había entre ambos.
—¿Necesitas preguntarlo?
Le molestó que la tratara como si estuviera contaminada. Estaba embarazada, no era contagiosa. Su condición era su salvación.
—¡Sí! —pero era obvio que él no estaba dispuesto a extenderle la cortesía de una explicación.
Daba la impresión de que finalmente habían llegado a un punto muerto. Como su ira iba en aumento, se sentía menos dispuesta a darle una explicación hasta que él le mostrara la confianza y el respeto que se merecía.
—¿Qué diablos importa qué me pasa? —replicó con voz fría—. Lo que tuvimos una vez ha muerto.
—¿Muerto? —el corazón casi se le para. Olvidando su determinación, avanzó un paso y lo miró horrorizada—. ¡Pedro! No... puedes... hablar en serio.
—Sí, muerto —la miró con ojos helados—. Ha pasado mucho tiempo. Demasiado, sospecho, para que hayamos mantenido lo que una vez tuvimos.
El dolor la atravesó. Su mundo se derrumbó a su alrededor mientras se afanaba por poner cierto orden en el caos que eran sus pensamientos. ¿Acaso Pedro solo había vuelto para solicitar el divorcio?
—¿Has vivido alguna vez con Candela Freeman? —soltó ella sin premeditación.
—¿Y eso que tiene que ver con esto?
—Habías salido con ella.
—Durante un tiempo —confirmó, inmóvil.
—¿Corto?
—¿Por qué estas preguntas sobre algo que se había acabado antes de que nos conociéramos?
El cerebro de Paula no paraba de trabajar. Pedro no había querido tenerla con él en Grecia; sin consultárselo, había ido a un país que sabía que ella consideraría demasiado peligroso. Según los investigadores, en ambas ocasiones Candela había estado con él. En Atenas se los había fotografiado juntos y testigos con los que habían hablado los investigadores los habían visto juntos en Bagdad. Parecían inseparables.En su momento, se había negado a considerarlo capaz de semejante traición. Pedro la amaba a ella.Pero había estado irritada con él por rechazar la oportunidad de un idilio romántico en Grecia.Finalmente, dijo:
—Quiero saber si alguna vez has vivido con ella —ya sospechaba cuál sería la respuesta: Pedro había mentido en el pasado.
La mueca de él mostró el disgusto que sentía. Ni siquiera se molestaba en negarlo. El último vestigio de esperanza que había guardado sin saberlo, la abandonó.
—¿Quién te dijo que una vez viví con Candela?
—¿Importa? Tu reacción me demuestra que es verdad. ¿Por qué me llevaste a pensar que no habían sido más que unas citas sin importancia? Me mentiste.
—¿Y tu represalia fue engañarme y quedarte embarazada?
Ella se quedó boquiabierta.
—¿Tienes la desfachatez de entrar aquí después de una ausencia de cuatro años y acusarme de engañarte?
—Estás embarazada —rugió él—. Y es evidente que yo no he estado presente para hacer que te lo pasaras bien.
Con un supremo esfuerzo de voluntad logró contener las lágrimas.Lo que tuvimos una vez ha muerto.Por el momento, era todo lo que necesitaba saber. Pedro había hecho su elección.Volvió a ponerse los zapatos y casi a ciegas se dirigió a la puerta. Al pasar junto a él, hizo acopio del último vestigio de dignidad que pudo y dijo:
—Quizá estés preparado para contarme más una vez hayas dispuesto de la oportunidad de reflexionar. Cierra la puerta de mi despacho cuando te vayas. Esta es una noche importante para mí y voy a celebrar mi éxito.
Al marcharse, él no intentó detenerla.
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