martes, 11 de marzo de 2025

Recuperarte: Capítulo 4

—Necesito oírtelo decir... Dime que me deseas tanto como yo a tí — murmuró, con voz ronca.


—Yo sólo sé que necesito esto —Paula no podía decir en voz alta que lo deseaba. 


No podía hacerlo después de tantas noches solitarias en el balcón de su casa, con el ruido de las olas, una copa de vino y sus lágrimas como única compañía. Pedro no dejaba de mirarla mientras acariciaba sus pechos.


—No me lo digas si no quieres, pero eso no evitará que yo te diga lo sexy que eres.


Paula cerró los ojos cuando él inclinó la cabeza para besar la sensible curva de su cuello. Sabía lo que le gustaba, lo que la hacía temblar. Lo sabía mejor que nadie.


—O cómo me enciendes con esos zapatos de tacón. Amarillos... ¿Quién lleva zapatos amarillos? —Pedro metió la mano bajo la falda para acariciar sus muslos, subiéndolas luego para tocar el borde de las braguitas.


Ella echó la cabeza hacia atrás.


—Son de color limón —dijo con voz ronca.


—Muy seductores.


Si el sexo y la cuenta en el banco fueran suficientes para estar juntos, seguramente podrían haber llegado a las bodas de oro. Ese pensamiento debería enfriar el placer que le daban sus dedos...  Pero no fue así. Paula desabrochó los botones de su camisa con gestos frenéticos, apartando la tela hasta que pudo tocar su piel. Aquel torso tan masculino, tan bien formado, hizo que olvidase el mundo que los esperaba fuera del coche. Besó, mordió y lamió mientras Pedro enredaba los dedos en su pelo para deshacer el moño, dejando que su larga melena oscura cayera por su espalda. Su móvil sonó entonces, una interrupción poco bienvenida, pero él tomó el aparato y lo lanzó al suelo con impaciencia. Ya era hora de que hiciera eso. Paula se agarró a sus hombros, clavando las uñas en su carne mientras se erguía para apretarse contra él. Y luego sostuvo su cara entre las manos, devorándolo con los ojos, hambrienta después de tantos meses sin él. pedro apartó la chaqueta y acarició sus pechos por encima de la camisola de satén, haciendo un círculo con el dedo sobre la endurecida punta, enviando escalofríos por todo su cuerpo. Y cuando inclinó la cabeza para reemplazar la mano con la boca, Paula no pudo controlar el deseo de restregarse sensualmente contra él.


—Ya es suficiente —los labios húmedos sobre el satén hacían que el placer fuera casi insoportable—. Quiero más.


Y, afortunadamente, Pedro entendió la contradictoria orden porque se sentó, con Paula colocada a horcajadas sobre él. Pero cuando iba a quitarse los zapatos, él se lo impidió. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario