jueves, 20 de marzo de 2025

Recuperarte: Capítulo 14

 —Ya sufriste un aborto —suspiró él, mientras pisaba el freno para detenerse en una señal de Stop—. Tienes que tomarte las cosas con calma.


Que se tomase las cosas con calma, claro. Y que intentase no pensar en los celos que había tenido de su jefe en el pasado. Afortunadamente, sólo quedaban unos metros para poder escapar.


—Eso lo decidirá el médico, no tú. Perdí el primer niño porque era un embarazo ectópico, pero sabemos por la ecografía que este niño viene bien.


—Yo tengo suficiente dinero... Más que suficiente para que no sigas trabajando. ¿Por qué vas a arriesgarte?


Paula recordó aquel terrible aborto. Pedro y ella habían ido de luna de miel a las montañas, esperando cimentar su relación. En lugar de eso, cuatro días después empezaron los dolores y la hemorragia. Y luego tuvo que soportar el interminable viaje hasta el hospital. El médico le había dicho que, si hubiera llegado una hora después, podría haber muerto. Ella sabía perfectamente que las cosas podían ir mal.


—Esa es la razón por la que quería esperar hasta la semana que viene para hablar contigo —suspiró, tomando el maletín.


—Siete días para preparar tus argumentos.


—Siete días para levantar mis defensas y no dejar que me manipules.


—Vamos a dejarlo —Pedro la miró un momento antes de volver a mirar la carretera—. No quiero que discutamos.


—Acepto eso como una disculpa.


Él no dijo nada, por supuesto. Nunca se disculpaba. Después de discutir le hacía regalos extravagantes, pero nunca decía las palabras mágicas: Lo siento. Mientras estacionaba frente a la casa de ladrillo con columnas blancas, Paula tuvo que parpadear para controlar las lágrimas. Y, sin decir nada, Pedro se inclinó para abrazarla.


—Sólo son las hormonas, ¿Lo entiendes?


—Lo entiendo —dijo él, apretando su hombro antes de salir del coche.


Paula cerró la puerta con la cadera, distraída tomando el bolso y el maletín, pero al darse la vuelta chocó con Pedro. Y la simpatía había desaparecido de su rostro mientras miraba hacia el porche, donde su jefe, Adrián Ward, esperaba sentado en una mecedora.  Pedro tuvo que hacer un esfuerzo para no subir los escalones de un salto, tomar a Adrián Ward por las solapas del traje de chaqueta italiano y echarlo de allí a patadas. Aquel canalla, por lo visto, no quería perder el tiempo ahora que Paula era una mujer libre. Pues iba a llevarse una sorpresa. Pero no inmediatamente. Ella lo había pasado muy mal ese día, de modo que se contuvo. Un divorcio, un embarazo sorpresa y la decisión de volver a conquistar a su esposa también lo tenían a él nervioso. Y, además, Adrián Ward había sido objeto de muchas discusiones en el pasado.


—¿Qué está haciendo aquí?


—No tengo ni idea —Paula se encogió de hombros mientras se dirigía al porche.


Ward se levantó de la mecedora, estirándose la chaqueta.


—¿Qué está haciendo él aquí? 

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