—Sí, cariño. Siempre he querido volver a la Escuela de Arte y estudiar algún tiempo en el extranjero. Mi marido podría pagarlo con su sueldo, pero me gustaría tener la posibilidad de financiarlo yo misma. Tú tienes tu título y ese dinero te vendría muy bien. Pero no queremos que sientas que te estás quedando sin hogar.
Su plan tenía sentido. Las dos tenían maridos, casas, niños y sus propios sueños profesionales. Y ella tenía… Tenía una familia maravillosa, aunque fuera poco convencional, y había tenido una mujer en su vida que le había enseñado a valorarse a sí misma. Se dijo que nada de eso cambiaría aunque acabaran vendiendo esa casa. Apretó las manos de sus hermanas.
—Tenemos un vínculo especial las tres que va más allá de cualquier casa. Los recuerdos que tenemos de tía Silvia son mucho más fuertes y creo que a ella le gustaría que una familia creciera entre esas paredes.
Al otro lado del restaurante, uno de los clientes subió el volumen del televisor. Florencia abrió mucho los ojos al ver la pantalla y decidió girarse para ver de qué se trataba. El canal de televisión había interrumpido el evento deportivo que habían estado retransmitiendo para dar una noticia.
—El candidato al Senado Pedro Alfonso ha anunciado que hará una declaración a la prensa frente a la sede de su partido —dijo entonces el periodista.
No sabía qué querría decir. Había salido de la casa de los Alfonso antes de que se pusieran de acuerdo. Sabía que tendrían que actuar rápido para que Martín Stewart no aprovechara la ocasión en su contra. Creía que era una lástima que nadie sacara fotos comprometidas del otro candidato. Se imaginó que todos los ataques iban dirigidos contra Pedro porque él iba en cabeza en todas las encuestas y a casi todos los medios les interesaba que la carrera al Senado fuera más igualada. Miró a sus hermanas. Incluso la organizada y lógica Romina había acabado por seguir sus impulsos y dejarse llevar por el corazón. Después se concentró de nuevo en la pantalla. Estaban mostrando fotos de Pedro. En la primera estaba con él, la segunda era la del campo de golf y en la tercera estaba solo. Ella nunca había dudado de él al ver las fotos con la joven rubia. Sabía que él no había estado con nadie más. Por un lado, habían pasado demasiado tiempo juntos las últimas semanas como para que fuera posible y, por otro lado, era un hombre honesto que había llegado a poner su carrera y su vida en peligro para salir en defensa de ella y de su honor. No entendía cómo había podido confiar en él sin llegar a confiar en ella misma. Quería ser parte de su vida. Se dió cuenta de que él le había dicho que quería seguir conociéndola y le había confesado algo muy doloroso de su pasado. Pedro parecía dispuesto a llevar las cosas con ella a otro nivel, pero ella no había sido lo bastante valiente como para embarcarse en esa aventura. Sabía que la vida no iba a ser menos complicada si se alejaba de él. Lo cierto era que su propio corazón le estaba dejando muy claro que iba a sufrir durante el resto de su vida si no se dejaba llevar por los sentimientos que estaban naciendo entre ellos. La había apoyado por completo cuando las primeras fotos salieron a la luz. Un escándalo del que ella había sido tan responsable como él. Se dió cuenta de que se merecía que fuera ella la que lo apoyara en esos momentos. Estaba lista a luchar para ocupar un puesto importante en la vida de Pedro Alfonso. Se puso en pie de golpe y tomó su bolso.
—Queridas hermanas, estoy de acuerdo con ustedes. Ha llegado el momento de renovar y vender Beachcombers. Ha llegado el momento también de muchas otras cosas —les dijo con decisión—. Me voy a esa conferencia de prensa, tengo que estar al lado de Pedro.
Sabía que era en ese sitio donde tenía que estar, al lado del hombre que amaba.
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