martes, 11 de marzo de 2025

Recuperarte: Capítulo 1

 Islas Hilton Head, Carolina del Sur


Hace dos meses…


Pedro Alfonso había estado en los Juzgados más veces que el peor de los delincuentes. Después de todo, era uno de los abogados criminalistas más prestigiosos de Carolina del Sur. Pero aquel día estaba sentado en el primer banco y otro abogado parecía tener control total sobre su vida. Y no le gustaba nada. Claro que divorciarse no estaba precisamente en la lista de cosas que le apetecía hacer. Pero quería terminar con todo el papeleo y que el juez lo diese por finalizado de una vez. Estaba guardando los documentos en el maletín y apenas prestó atención mientras se despedía de su abogado y estrechaba la mano del de Paula. Pero intentó apartar los ojos de su esposa, la única mujer que había podido hacerle perder los nervios... su famosa «Calma bajo el fuego» en los ambientes judiciales. Al menos habían completado la mayor parte del trabajo con sus abogados en aquel nublado día de verano y sólo quedaba pendiente la fecha de la vista con el juez. El acuerdo era justo para los dos, algo nada fácil dada la fortuna de su familia y el dinero que ganaba su mujer como decoradora. Ni siquiera habían tenido que discutir la disolución de sus bienes... Probablemente la primera vez que no habían discutido por algo. Lo peor de todo: Decidir qué hacían con los perros. Ninguno de ellos quería perder a Rocky y a Frida y, por fin, decidieron que cada uno se llevaría uno de los terrier de padre desconocido que habían rescatado de un refugio. ¿Qué habrían hecho Paula y él de haber tenido hijos? Pero no quería pensar en ello. No iba a pensar en esa herida abierta en un día tan espantoso. Pero no podía dejar de mirar a Paula, a pesar de lo que le decía el sentido común. Ella se levantó de la silla, tan guapa como era su costumbre. Siempre lo había sido. Con los ojos oscuros y el pelo largo más oscuro aún, era la fantasía exótica de cualquier hombre cuando se conocieron en un crucero de graduación por el Caribe. Pero pensar en ese verano sólo serviría para distraerlo, se dijo.  Tomando su maletín, empezó a planear todo lo que podría hacer de vuelta en el bufete el resto de la tarde. Claro que también podría trabajar por la noche. Ahora que había vuelto a la finca familiar no tenía a nadie que lo esperase en casa. Llegó a la puerta al mismo tiempo que Paula y enseguida se sintió envuelto en su perfume, Chanel. Sí, él sabía mucho de la que pronto sería su ex mujer; por ejemplo qué perfumes le gustaban, lo que le gustaba comer por las mañanas, las etiquetas de su ropa interior. Lo sabía todo. Salvo cómo hacerla feliz.


—Gracias, Pedro —Paula ni siquiera lo miró, la falda de su traje azul apenas rozándolo mientras pasaba a su lado.


¿Ya estaba? ¿Sólo un «Gracias»?


Aparentemente, él seguía sintiendo algo por ella además de la atracción física porque eso lo molestó. No esperaba que lo celebrasen con champán, pero al menos deberían ser capaces de despedirse educadamente. Aunque la cortesía nunca había sido uno de los puntos fuertes de su extravagante esposa. Ella no era de las que escapaban de un momento potencialmente contencioso. Entonces, ¿Por qué se dirigía hacia el ascensor a toda velocidad, los tacones de sus zapatos repiqueteando sobre el suelo de mármol? 

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