martes, 17 de diciembre de 2024

Prisionera De Tu Amor: Capítulo 32

 –¿Quién es? –quiso saber Pedro.


–Es Ricardo Connolly. Solía ser uno de los viejos amigos de mi padre. Crecieron juntos. Llevaba una granja estatal. Tenía los medios para ayudarnos, pero nunca lo hizo. Solo cuando Nadim compró nuestros establos y empezamos a recuperarnos volvió a dirigirnos la palabra.


Perplejo, Pedro no había esperado sentir ninguna clase de afinidad hacia Paula. Había imaginado que se pasaría toda la velada saludando a viejos amigos y conocidos. Pero, al parecer, también ella había probado el amargo sabor del rechazo.


–¿Cómo sabes tú tanto de caballos? –le preguntó ella, mirándolo a los ojos de nuevo–. No puedo creer que sea solo por tu trabajo con Simón Fouret.


Pedro no se había esperado esa pregunta. La mayoría de la gente creía el rumor que circulaba sobre su antiguo jefe y él y jamás se atrevería a sacar el tema tan abiertamente.


–¿No lo has escuchado? –replicó él con tono burlón–. Desciendo de gitanos errantes.


–No lo creo –opinó ella, contemplándolo con atención.


En ese momento, la relaciones públicas se acercó a ellos de nuevo y los interrumpió con una amplia sonrisa.


–Señor Alfonso, señorita Chaves, hay unas cuantas personas que quieren felicitarles por su éxito de hoy. Por favor, síganme.


Todavía anonadado por cómo había abordado Paula el tema de sus orígenes y por cómo había despreciado los rumores sobre él, Pedro las siguió. Nunca, ninguna persona lo había mirado como ella acababa de hacer, sin el morbo del que esperaba una jugosa historia. 


Paula seguía molesta por la interrupción. Por primera vez, Pedro le había contado algo personal, cómo había sido deliberadamente marginado por la alta sociedad y lo mucho que le afectaba. Acababan de terminar de cenar y Pedro estaba hablando con una mujer mayor a su derecha. Lo miró y, cuando los ojos de ambos se encontraron, sintió un estremecimiento de pies a cabeza. Ella apartó la vista con rapidez y se limpió la boca con la servilleta para disimular, casi tirando el vaso en el proceso. Cuando se atrevió a mirarlo de nuevo, de reojo, vio que él estaba sonriendo, y no podía ser por lo que la señora mayor le estaba contando con gesto de extrema seriedad. Maldito hombre. Quiso darle una patada. Él debía de ser consciente de lo mucho que la atraía. Después de todo, había sido su primer amante. Sintiéndose inmensamente vulnerable, se esforzó por no cruzar con él más miradas. Entonces, cuando el presidente de la asociación de propietarios de caballos de carreras se levantó para dar un discurso, ella se alegró de poder centrar su atención en alguien que no fuera Pedro.


–… y nos gustaría dar la bienvenida a nuestro más nuevo integrante, llegado desde Francia. Pedro Alfonso ha dejado a todo el mundo boquiabierto con la espectacular carrera de su pura sangre…


Paula miró a Pedro, que inclinaba la cabeza en gesto de agradecimiento por las palabras del otro hombre. Su expresión no revelaba ni un ápice de sus sentimientos y ella se preguntó qué estaría pensando. Le sorprendió la obvia afronta que implicaba el que no hubiera sido invitado nunca hasta ese momento. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario