jueves, 12 de diciembre de 2024

Prisionera De Tu Amor: Capítulo 26

 –Ha estado más que bien. Sentí la respuesta de tu cuerpo y no todo el mundo sabe hacer eso la primera vez.


Ella se sonrojó, sin dejar de mirarlo.


–Tendré que confiar en tu palabra.


Pedro dudó entre reírse de su candidez o tumbarla en las sábanas de nuevo para recordarle lo increíble que era el sexo entre los dos. Pero ella debía de estar dolorida. Y él no sabía cómo digerir la mezcla de emociones que lo invadía. No estaba acostumbrado a tener esa conversación con una mujer después de haberse acostado con ella. Sin embargo, temía que, cuanto más tiempo estuvieran allí, solos, más probable era que volvieran a hacer el amor. Sobre todo, cuando ella lo miraba con sus enormes ojos verde y ámbar, la cara sonrojada y el pelo suelto y revuelto. Con un gesto de ternura que era inusual en él, comenzó a abrocharle los botones de la blusa, apretando la mandíbula cuando notó la curva de sus pechos bajo el tejido de algodón.


–Tienes que irte. Date un baño. Estarás dolorida.


Ella tragó saliva y titubeó. Estaba increíblemente sexy.


–Vete, Paula.


–Debería llevarme… –balbuceó ella, señalando la sábana.


–Yo me ocuparé de eso.


Al fin, Paula se fue. Pedro la observó alejarse con paso tembloroso. Aunque sabía que era una mujer mucho más fuerte de lo que parecía. Era difícil sacar una lección de lo que había pasado. Pero una cosa era segura. Paula Chaves había logrado llegar a una parte de sus emociones que nadie había tocado en mucho tiempo. Si la dejaba ganar más territorio, sería un tonto, pensó. Lo que acababa de pasar… No podía repetirse. No importaba lo mucho que la deseara.


Paula se quedó en la bañera hasta que el agua se enfrió. Sentía un poco de dolor entre las piernas, pero también el burbujeante recuerdo del placer. No podía creerse lo que acababa de pasar. Recordó lo fácil que le había resultado rendirse a Pedro Alfonso y entregarle su inocencia. No tenía la fuerza necesaria para resistirse a él, reconoció para sus adentros. Menos aun después de haber estado con él. Sería como negar que el paraíso existiera, después de haberlo probado. Por otra parte, la forma en que él le había dicho que fuera a darse un baño y la manera en que le había abrochado la blusa le hacían sentir patéticamente cuidada. Solo de pensar que él lamentaba lo que había pasado, deseaba que la tierra la tragara. Era un hombre acostumbrado a acostarse con las mujeres más experimentadas, sofisticadas y hermosas del mundo. No con tontas ingenuas como ella. Tratado de respirar hondo, se dijo que todo estaba bajo control. Pedro le había causado un gran impacto en el nivel físico, pero sus emociones estaban a salvo, se repitió a sí misma, para tranquilizarse. Aunque ella sabía que eso era mentira. Haber visto a aquel hombre imponente en su faceta más íntima y, luego, haber sido la destinataria de su ternura la conmovía más de lo que le gustaría admitir. Sin embargo, desarrollar cualquier tipo de apego hacia Pedro Alfonso solo le traería dolor y sufrimiento. De eso, estaba segura. Una cosa estaba clara. Ese momento de locura no podía repetirse. Aunque lo más probable era que él tampoco lo deseara. Su arrepentimiento había sido palpable. Por ella, estaba bien así. Por mucho que su cuerpo recién despertado a la sexualidad pensara otra cosa. 

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