martes, 10 de diciembre de 2024

Prisionera De Tu Amor: Capítulo 21

Cuando ella le había hablado de su hermana y de lo feliz que era con su familia, había sentido algo parecido a la envidia. Se había acordado de una ocasión en que, cuando había sido un chiquillo en las calles, viviendo de lo que podía robar, le había llamado la atención una familia en un parque. Los niños habían parecido tan felices… Había sido la primera vez en su vida que había sentido celos. Y el deseo de probar qué se sentiría al tener una familia que lo amara. Igual que había hecho entonces, Pedro bloqueó esos sentimientos dentro de él. Había algo más poderoso que lo invadía. El innegable deseo carnal que Paula le provocaba. De pronto, perdió importancia todo a su alrededor. Una única pregunta latía en su pecho y necesitaba conocer la respuesta. Ansiaba saber cómo sería sumergirse en su interior y poseerla. Sin dudarlo, se acercó y la rodeó con sus brazos. Ella abrió mucho los ojos, sonrojándose.


–¿Qué estás haciendo?


Pedro tenía la mirada clavada en su boca.


–¿De verdad quieres que crea que eres una joven inocente que haría cualquier cosa por su familia? ¿Y que lo de la otra noche fue pura casualidad?


Durante un tenso instante, Pedro contuvo el aliento, porque se dió cuenta de que, dentro de él, el niño abandonado que había sido soñaba con algo lejos de su alcance. Esperó que Paula levantara hacia él sus ojos color avellana y le respondiera que sí, que no era más que una joven inocente. Pero ella se limitó a callar y se zafó de su abrazo.


–No espero que me creas, Pedro Alfonso. Si prefieres ver el mundo con cinismo y desconfianza, es tu elección. En cuanto a la otra noche, fue una locura y un error. No tendrás que preocuparte, porque no volverá a suceder.


Paula estaba a punto de pasar de largo delante de él, cuando Pedro la tomó de la mano, en esa ocasión, con suavidad. No podía dejar que se fuera otra vez. Necesitaba demostrar que ella no llevaba siempre las riendas de sus encuentros.


–Me deseas –le espetó él.


Ella se mordió el labio, bajando la vista. Negó con la cabeza.


–Dilo, Paula.


Entonces, ella lo miró con los ojos muy abiertos.


–Puede que desee, pero no quiero desearte –dijo ella al fin con un gesto de desafío en la cara. 


Al momento, bajó la vista de nuevo, como si así pudiera evadir la situación.


–Mírame, Paula.


Durante un largo segundo, ella se hizo esperar. Hasta que clavó en él sus ojos brillantes, incendiándolo. Él la tomó entre sus brazos de nuevo.


–No, Pedro. No quiero…


Pero él la hizo callar con su boca, echando mano de toda su experiencia para hacer que se rindiera a sus encantos. Al menos, estaba seguro de que lo que compartían en ese momento era verdadero. 

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