martes, 17 de diciembre de 2024

Prisionera De Tu Amor: Capítulo 29

 –Bien hecho –dijo Pedro al fin.


Al verla titubear, hermosa como la luna, recordó cuando la había tenido entre sus brazos la otra noche y su cuerpo se endureció de deseo. Paula siguió su camino, se bajó del caballo y se dirigió hacia los vestuarios. André Blanc se acercó a Pedro en ese momento, meneando la cabeza y sonriendo.


–Ha sido increíble. Paula nos ha dejado boquiabiertos a todos. Todo el mundo se pregunta de dónde ha salido. Los dos están invitados a una fiesta esta noche, en Dublín, organizada por la industria de las carreras irlandesa. Es importante que asistas, ya lo sabes.


Pedro lo sabía. Hasta el momento, ese encopetado mundo había estado vedado para él. ¿Le abrían sus puertas por primera vez solo por haber ganado una carrera con una misteriosa y bella jockey? Sí, se dijo él. Por fin, había llegado su oportunidad de ganarse la aceptación y el respeto de sus colegas. Sin embargo, lo único en lo que podía pensar era en el aspecto que tendría Paula con un vestido de gala.


–¿Es realmente necesario que yo vaya?


–Sí –repuso Pedro con frustración. 


De vuelta en sus establos, acababa de informar a Paula de la fiesta a la que habían sido invitados. Ella no podía ni imaginarse asistiendo a un evento de la alta sociedad. Jamás había servido para arreglarse y llevar vestidos de fiesta, totalmente ignorante de las modas y de la etiqueta para esa clase de fiestas.


–No tengo nada que ponerme.


Pedro se miró el reloj.


–Le he pedido a una estilista que venga con una muestra de vestidos. También va a traer a una peluquera y una maquilladora.


Paula se sintió entre la espada y la pared, mientras Pedro la observaba, todavía vestido con un impecable traje de chaqueta, en deferencia al código de etiqueta de las carreras. Guapísimo. 


–¿Por qué tengo que ir yo? Soy solo la jockey. Nadie me conoce.


Pedro se sacó el teléfono del bolsillo, pulsó en la pantalla unas cuantas veces y se lo tendió a Paula. Ella soltó un grito sofocado. ¡Dos bellezas triunfan en las carreras de Kilkenny Gold! Rezaba el titular, acompañado de una foto de Paula sonriendo sobre el caballo, después de la carrera.


–Has causado sensación. Todo el mundo se ha dado cuenta del gran talento que tienes.


Ella le devolvió el teléfono, un poco mareada. Había querido hacerlo bien, pero no había esperado llamar tanto la atención. La euforia del éxito comenzaba a dar paso a una creciente ansiedad. Nunca le había gustado que se fijaran en ella y menos en un entorno en el que se sentía como pez fuera del agua. Su hermana Delfina había tenido que pasar por ello también, desde que se había convertido en esposa del jeque de Merkazad. Su hermana le había confesado muchas veces que no estaba nada cómoda con los vestidos de gala. Pero Nadim la amaba, sin importarle como se vistiera. Al pensarlo, a Paula se le encogió el corazón. De pronto, se sintió terriblemente sola.


–¿Qué te pasa?


Pedro la sacó de sus pensamientos. La estaba contemplando con el ceño fruncido. Ella se negó a delatar sus sentimientos. No quería mostrarse vulnerable delante de él. Así que levantó la barbilla.


–No pasa nada. ¿A qué hora debo verme con la estilista?


–Estarán aquí dentro de una hora. He pedido a la señora Owens que te cambie a un cuarto más grande, donde puedas prepararte mejor. Puede que tengamos que asistir a más eventos como este. Nos encontraremos en la entrada de casa a las siete.


Paula se miró al espejo y parpadeó. ¿Esa era ella? Parecía una extraña. Llevaba el pelo recogido a un lado de la cara y suelto sobre el otro hombro en una cascada de relucientes ondas. El escote en uve de su vestido negro dejaba ver más piel de la que le hubiera gustado. Le caía hasta el suelo, hasta unos delicados zapatos de tacón de aguja que le hacían andar como un robot. El maquillaje era discreto, al menos, pero hacía que sus ojos parecieran más grandes. Los labios le brillaban con un tono suave de carmín. 

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