jueves, 5 de diciembre de 2024

Prisionera De Tu Amor: Capítulo 19

De pronto, dos mujeres se pararon junto a Paula y pudo oír fragmentos de su conversación.


–Dicen que es un animal en la cama…


–Lo encontraron en las calles…


–Un robo menor…


–Solo ha llegado adonde está porque se acostó con la mujer de Leo Fouret y el marido le pagó para comprar su silencio…


Paula se quedó paralizada, fría. Era la primera vez que escuchaba ese rumor sobre él. Aunque se sabía que Pedro Alfonso había abandonado los establos de Simón Fouret en circunstancias poco amistosas, antes de abrirse su propio camino. Las mujeres se alejaron y más invitados se acercaron a tomar copas de la bandeja. Justo cuando ella se iba a la cocina a reponer su cargamento, lanzó otra mirada a su jefe, donde él estaba hablando con alguien. Reprendiéndose a sí misma por haber prestado oídos a las habladurías, se dijo que lo que las mujeres habían dicho no era asunto suyo. Y que era patético sentir lástima por él, porque estuviera rodeado de tanta gente cotilla y malintencionada. Por otra parte, cuando el río sonaba, agua llevaba, como su padre siempre había solido repetir. Y, por lo que ella conocía a Pedro, casi podía comprender a una mujer casada por haber caído bajo su hechizo.


–¿Qué diablos está haciendo Paula Chaves sirviendo bebidas en tu fiesta, Alfonso?


Pedro tardó unos segundos en digerir lo que el hombre a su lado le había dicho.


–¿La conoces?


–Claro. No olvides que Irlanda es un lugar pequeño. Su padre es Miguel Chaves, uno de los mejores entrenadores del país, en su tiempo. Antes de que se sumergiera en el alcohol y estuviera a punto de perderlo todo. Ahora, por supuesto, se ha recuperado, aunque no creo que nunca pueda reparar el daño que sufrió su reputación. El marido de su hija ha sido su salvación.


Pedro solía odiar los cotilleos pero, en esa ocasión, quiso saber más.


–¿De qué estás hablando?


Juan Mortimer, un conocido aficionado a las carreras de caballos, se giró hacia él.


–Paula Chaves es cuñada de un príncipe. Resulta que su hermana, que también es una talentosa entrenadora, está casada con el jeque Nadim Al-Saqr de Markazad. Y Paula no monta mal. Yo la ví hace unos años en un par de carreras, pero parece que todavía no ha conseguido abrirse paso en este mundillo.


¿Cómo era posible?, se dijo Pedro. El millonario jeque Nadim era un serio competidor en su negocio. Y él no tenía ni idea de que poseía un criadero en su misma región. El de la familia de Paula Chaves. Juan seguía hablando, pero Pedro ya no lo escuchaba. Tenía los ojos clavados en la multitud, buscando a una pelirroja. La había visto antes, vestida con una falda negra y blusa blanca. Maldición, ¿Dónde estaba? Intentó ir a buscarla, pero se detuvo al ver que André se acercaba hacia él con cara de pocos amigos. Paula iba a tener que esperar, por el momento. Pero, cuando la encontrara, no habría más jueguecitos. Solo respuestas a sus preguntas. ¿Por qué estaba trabajando gratis para él para probar la inocencia de su hermano, cuando podía haberle pedido ayuda a su cuñado multimillonario? 


A ella le dolían los pies y los brazos. La fiesta había terminado y su jornada de trabajo también. Pero, en vez de irse a la cama, algo la había impulsado a ir a los establos. Como si así pudiera recuperar su energía y recordar quién era. Se había pasado toda la noche buscando a Pedro con la mirada. En un momento dado, sus ojos se habían entrelazado y había sentido como si él hubiera querido decirle algo. Por su gesto sombrío, ella había adivinado que no había sido algo especialmente bonito. Durante el resto de la velada, aunque había hecho todo lo posible para evitar toparse con él, no había dejado de sentir su oscura mirada. Al llegar a los establos, vió que estaban vacíos. Entonces, recordó que habían trasladado a los caballos a otro sitio durante unos días, mientras los establos se reparaban y se pintaban. Había una escalera abierta y varios botes de pintura esparcidos por el suelo. Bueno, se iría a dormir, entonces, se dijo ella. Era mejor así. No quería que nadie la sorprendiera en el lugar inadecuado… Cuando vió una imponente figura en la entrada, enmarcaba bajo la luz de la luna, su corazón se paró en seco. Era demasiado tarde. Pedro. 

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