jueves, 20 de abril de 2023

Refugio: Capítulo 52

 —Y tú ¿Cuándo te has preocupado por mi cerebro? Te recuerdo que también a tí te interesaba mi cuerpo.


Entonces, Pedro se puso a decir tonterías de puros celos que tenía hasta que Paula soltó una carcajada.


—¿Por qué pediste información acerca de las propiedades de Dorset?


—Porque pensé que podría estar junto a tí, para ver si cambiabas de opinión.


—No he cambiado de opinión: No me voy a instalar en Londres —dijo Paula tranquilamente.


—Y entonces, ¿Por qué te vas a casar con Agustín?


—¿De veras crees que me casaría con él?


—No lo sé. Me doy cuenta de que tampoco te conozco tanto como pensé en su día.


—No me voy a casar con él, Pedro. Le voy a vender el ganado para que se lo regale a Jenny, su novia.


—Mi abuela no me lo había explicado claramente… Siempre se sale con la suya. Pero no entiendo por qué vendes tus vacas, a las que tanto quieres.


—Estoy embarazada, Pedro.


—¿Cómo…?


—Voy a tener un niño, por eso voy a vender la granja y me voy a vivir a Berkshire, para que veas de vez en cuando al niño. Es que soy incapaz de vivir en Londres. No podría criar a mi hijo allí…


—¿El niño es mío?


—¡Por supuesto, de quién iba a ser si no!


—De Agustín…


Paula se puso a reír.


—Fiorella me habría matado, antes de que me acercara a Agustín… Además, ya te he dicho mil veces que es simplemente mi vecino — continuó diciendo la granjera—. Te quiero, Pedro. Pero quiero ser yo misma. No soportaría las servidumbres de la capital.


—Olvídate de Londres. Yo también la detesto. Ayer tuve que pagar una fortuna porque la grúa estuvo a punto de llevarse mi coche —dijo Pedro—. Paula, cásate conmigo y vivamos aquí con nuestro hijo. Podríamos arreglar algunas partes de la granja y convertir los establos en un estudio para que yo pudiese continuar trabajando desde aquí.


—¡Pero si todo esto es horrible comparado con tu maravilloso departamento!


—Un cliente me ha hecho una espléndida oferta… Y no voy a rechazarla.


—¿Venderías tu departamento? Al fin y al cabo, representa la culminación de tu éxito profesional.


—No, eso sólo significa un montón de ladrillos y cemento. Mi verdadero éxito es éste —dijo el arquitecto posando su mano sobre el vientre de Paula.


Paula se lanzó a los brazos de Pedro, sin poder evitar soltar un gemido.


—Pensé que nunca dejarías la capital. ¿Qué va a pasar con tus clientes?


—La mayoría de ellos vive ahora entre el campo y Londres. Lo ideal de vivir aquí es que nos evitaremos los insufribles atascos londinenses cada vez que tengamos una reunión.


—Pero esta casa es horrible…


—Es maravillosa.


—Es un desastre.


Pedro sonrió.


—Necesita un poco de atención, ya verás cómo queda preciosa… Lo vas a disfrutar de lo lindo. Pondremos rosas a los dos lados de la entrada…


—Ya hay un par de rosales, de hecho —dijo Paula, riendo alegremente.


—¿Lo ves? La casa es perfecta…


—Pero tengo que pagar la hipoteca —dijo Paula, preocupada.


—Yo puedo comprarte la granja y, con ese dinero, tú puedes hacer una inversión, para cuando no me soportes más.


—O cuando tú quieras vivir sin mí.


—Eso no ocurrirá jamás —dijo Pedro, tomándola por la espalda—. Te he echado mucho de menos, mi amor. Me resultaría imposible vivir sin tí. De hecho, he intentado olvidarte trabajando más de lo normal, pero has estado en mi mente día y noche. 


El hombre la estrechó con pasión y ella le devolvió el abrazo poniéndose frente a él.


—Yo también lo he pasado fatal —reconoció Paula—. Nunca pensé que pudiese echar tanto de menos a un ser humano.


—Deberíamos haber hablado tranquilamente de todo esto. Así me podrías haber comunicado antes lo de tu embarazo.


—Pensé que te sentirías obligado a ejercer de padre y mudarte a Ealing o Richmond, algún sitio lo suficientemente cerca de tu trabajo. La otra alternativa habría sido vivir en el campo y eso habría arruinado tu carrera profesional.


—Paula, no tienes que preocuparte por mi carrera. Desde que gané el premio, he podido rechazar los proyectos que no me interesan. También me he creado algún que otro enemigo… He dejado a un lado a clientes a los que no podría haber contentado.


—Eso no augura nada bueno —comentó Paula, mirando a Pedro a los ojos.


El arquitecto sonrió.


—El otro día, una antigua clienta llamada Patricia Kennedy me acosó sexualmente. Por supuesto, no accedí a su proposición.


—Espero que pudieses escapar —le comprendió la joven, mientras le estrechaba aún más en sus brazos.


—Fue verdaderamente triste por ella y por su marido, que ya no puede contentarla sexualmente… Te amo Paula, y nunca podré querer a nadie más como te quiero. No tienes por qué preocuparte de mis clientes.


—Está bien —aceptó Paula, mirándolo a los ojos—. Pedro, confío en tí y espero que puedas confiar en mí tú también.


—Por supuesto que confío en tí. Aunque no en Agustín… —dijo Pedro, riendo.


—Agustín va a estar muy ocupado con Fiorella los próximos años.


El hombre se separó ligeramente de su amada.


—¿Puedo hacer una llamada?


Paula sonrió.


—No me lo digas: Vas a hablar con tu abuela.


Pedro le devolvió la sonrisa, burlonamente.


—¿Cómo lo sabes?


Paula puso agua a calentar mientras lo observada de lejos. Se dió cuenta de que su amado la miraba con verdadero apetito.


—Quizá necesites dormir una pequeña siesta para reponerte de tu viaje —dijo Jem con picardía.


—Lo has adivinado.


La granjera retiró el agua del fuego y ofreciéndole la mano a su amante, subió al dormitorio lentamente.



No hay comentarios:

Publicar un comentario