Salió del departamento con prisa, bajó por el ascensor y cruzó el patio acristalado casi corriendo de impaciencia. Un portero con librea le paró.
—Buenas noches. ¿Me puede enseñar la invitación, por favor?
—La invitación… —dijo Paula, sorprendida—. He venido con Pedro Alfonso.
—Los acompañantes del Sr. Alfonso tienen todos invitación…
Paula se quedó sin pasar. ¡Qué frustración!
—Resulta que acabo de bajar de su departamento, y por eso no tengo entrada. ¿Podría usted avisarle para que yo entrara en el recinto?
—Lo siento, señora, pero en estos momentos está muy ocupado…
—Pero es que tengo que darle una noticia importante.
En ese momento, entre un grupo de personas, Paula reconoció al arquitecto y lo llamó.
—Hola, Paula. ¡Estás guapísima! Ven, te voy a presentar a mis colegas —y sin darle tiempo a hablar, la llevó hacia su equipo de colaboradores.
—Pedro, tengo que decirte algo…
—Más tarde, ahora no puede ser. Acaban de llegar las autoridades y tengo que estar presente para saludarles.
Paula no sabía cómo atraer su atención. De pronto, tuvo una idea. Le pidió un bolígrafo a un compañero de Pedro, y escribió un mensaje en la palma de la mano, previamente desenguantada. Cuando él lo leyó, comenzó a hacerle más preguntas a Paula.
—Cuando estaba saliendo del departamento, sonó el teléfono. Era para decirte que te han concedido el premio de diseño.
—¡Qué estás diciendo! —preguntó el arquitecto, mientras se sofocaba y se quedaba rígido por la impresión.
Paula le volvió a dar la noticia.
—Acababan de salir de la reunión y, como sabían que esta noche era la inauguración, querían darte la noticia antes de los actos de apertura. Dijeron que te llamarían a tu móvil una tal Marcela Cárter o algo así.
—Cartwright —dijo Pedro y sus ojos empezaron a brillar como nunca de alegría—. ¡Lo hemos conseguido! ¡Hemos ganado!
—Me alegro mucho, Pedro —y, alzándose sobre la punta de los pies, lo besó suavemente en la boca.
El joven empezó a reír y a dar abrazos a Paula, levantándola del suelo en volandas. Las autoridades asistieron a tal entusiasmo con expresión de sorpresa.
—Señores, me acaban de comunicar que hemos conseguido el premio de diseño para el cual habíamos quedado como finalistas.
Entonces, se produjo una reacción de júbilo general. Unos se daban palmadas en la espalda, otros se felicitaban entre sí. A continuación, Paula conoció a los padres del arquitecto. El padre era un hombre mayor, pero era el vivo retrato de su hijo y su madre tenía los mismos ojos y la sonrisa de Pedro.
—Estoy muy orgulloso de tí, hijo —dijo su padre.
—Espera un momento —le ordenó su madre que quería quitarle una mancha de carmín con su pañuelo—. Muy bien, hijo. Estoy muy orgullosa de tí.
Paula se quedó sonriendo, preguntándose si el rímel que se había puesto sería resistente a las lágrimas…
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