martes, 25 de abril de 2023

Heridas Del Pasado: Capítulo 2

 –Me temo que solo queda espacio de pie.


Su respuesta le sorprendió, y también el acento cantarín y dulce.


–Toma asiento –lo invitó finalmente.


Algo confundido, Pedro obedeció y ocupó un lugar a su lado en la cómoda hierba. Exhaló un suspiro de alivio. Se alegraba de no estar en la fiesta. Odiaba aquella parte de su trabajo como director general de Industrias mineras Alfonso. «El chismeo», como lo denominaba Sergio. Pedro prefería llamarlo «pérdida de tiempo», pero no pensaba discutir con su director, amigo más íntimo y tutor legal en el pasado. El responsable de comercio andorrano había decidido que aquella gala benéfica sería un buen punto neutral para sondear una posible operación minera con el principado. Miró de reojo a la mujer que tenía al lado. Era muy joven.


–¿Quieres un poco?


Pedro sacudió la cabeza cuando le ofreció la botella. No tenía costumbre de beber, se negaba a permitir que nada le embotara los sentidos hasta semejante extremo. Permanecieron en silencio unos instantes, como si ninguno de los dos se sintiera obligado a hablar. Era un alivio.


–¿Tú crees que hay cosas que son imperdonables? –preguntó al aire de la noche sin mirarlo.


Pedro escogió cuidadosamente las palabras antes de hablar.


–Creo que en toda historia siempre hay dos partes.


Ella se quedó pensativa unos instantes.


–Esta noche he roto un compromiso.


–Bueno, en ese caso o él no valía la pena o ella no ha sido lo bastante constante en sus sentimientos. 


–¿Así de simple?


–Normalmente es sencillo cuando sacas a tus sentimientos de la ecuación –algo que a él se le daba bien–. ¿Lo amas? –preguntó con curiosidad.


–Creía que sí.


También conocía aquella sensación.


–Entonces, o te mintió a tí o la mintió a ella.


–No, no es eso. Quiero decir, yo nunca… Él nunca… 


Pedro frunció el ceño ante su confusión. Entonces ella se giró para mirarlo y sintió por primera vez el impacto de toda la fuerza de su belleza.


–¿Qué se siente cuando te besan?


Él dejó escapar un aire que no sabía que estaba reteniendo.


–¿Creías que lo amabas pero nunca lo has besado? –preguntó sin poder disimular la incredulidad.


«¿Qué se siente cuando te besan?». Paula estaba avergonzada. No tendría que haber hecho semejante pregunta, y menos a un hombre como aquel. Aunque no sabía quién era ni conocía su nombre, estaba claro que él sí sabía lo que era besar, acariciar… Un sonrojo le cubrió las mejillas, y confió en que no lo hubiera percibido bajo el cielo estrellado. Se sentía ingenua y pequeña a su lado, porque tenía una presencia corporal imponente. Tenía unos brazos y unos músculos fuertes, pómulos altos cubiertos por una barba corta y unos labios sensuales. Los ojos de un color avellana tan brillante que podría haberse perdido en sus profundidades. Pensó que no iba a contestarle, y dio un respingo cuando lo hizo.


–Hay muchos tipos de besos. Besos manipuladores, para conseguir lo que uno quiere. Besos crueles para castigar. Y besos suaves que una madre le da a su hijo –murmuró–. Y luego están los besos apasionados, que suelen ser un poco egoístas. Pero, ¿El primer beso? ¿Sinceramente? Casi con toda seguridad, incómodo y confuso.


Paula se sintió algo triste al escuchar aquello.


–Entonces a lo mejor debería quitármelo de encima sin más.


El hombre se rió suavemente.


–A lo mejor.


–¿Serías tan amable de besarme ahora?


Entonces aquel hombre de quien no conocía siquiera el nombre la miró. Y Paula lo sintió. El estremecimiento mientras aquella mirada penetrante le llegaba hasta las profundidades del alma, como si la comprendiera. Aquello era lo que quería, se dió cuenta. Durante todos aquellos años. Alguien que la entendiera. Y que después decidiera quedarse. 

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