martes, 11 de abril de 2023

Refugio: Capítulo 39

 —Estoy pensando… —dijo Pedro susurrando.


—Mmm… —murmuró Paula, disfrutando del cuerpo fuerte y cálido de su amado.


—La otra noche, cuando te caíste al río e hicimos el amor, no tomamos precauciones… No te habrás quedado embarazada, ¿Verdad?


«¿Embarazada? Ya es lo que me faltaba…» pensó Paula.


—No creo… Bueno, no lo sé. Lo cierto es que en aquel momento yo no estaba como para pensar en ese tipo de cosas.


—Yo tampoco… —dijo Pedro, abrazándola aún más fuerte—. ¿Estás tomando la píldora?


—No —contestó Paula—. ¿Para qué la iba a tomar?


—¿Crees que tenemos alguna posibilidad?


Paula sonrió porque Pedro lo estaba planteando como si estuviera deseándolo.


—No lo sé. La verdad es que estoy tan preocupada con mi trabajo que apenas me he parado a pensar en mi ciclo menstrual.


—Espero que me mantengas al corriente.


Paula se imaginó acunando al hijo de ambos, lo que le produjo una extraña sensación.


—Creo más bien que no. Aquel día, yo estaba en los primeros días del ciclo. Sin embargo, esta noche sí que he estado expuesta a un posible embarazo.


Pedro que descansaba al lado de Paula, giró la cabeza para mirarla a los ojos.


—Les dije a los abuelos que no me esperasen y que me marcharía a Londres después dé la cena. La verdad es que estoy muy ocupado con la presentación del proyecto.


Paula le propuso que tomaran café, para disfrutar un poco más de su compañía. No obstante, Pedro pensó que podían hacer otro tipo de actividades más interesantes para despedirse…  


El joven arquitecto la llamó el domingo por la mañana, después de que ella terminara el ordeño del ganado. Estaba utilizando un teléfono móvil y se oían todo tipo de ruidos de fondo.


—Hola Pau, volví muy bien a casa. Estoy tremendamente ocupado. Ya te llamaré en otro momento con más calma. Cuídate.


—Tú también —contestó y colgó el teléfono, echándolo inmediatamente de menos.


¡Aquello era una auténtica locura!


La joven puso los vídeos de Pedro, para torturarse un poco más, y después se fue con los perros a lo alto de la colina. Se sentó sobre un tronco para disfrutar de la vista que tanto amaba y volvió a echarlo de menos. Cuando regresó a la granja, ya era hora de ordeñar a las vacas otra vez. Una vez terminada esa tarea, se ocupó de las gallinas y de los terneros. Por fin, entró en casa y se tomó un sándwich. Tenía ganas de dormir. Subió a su dormitorio y se tumbó en la cama. Le sorprendió el aroma de su amado en la almohada, con lo cual volvió a echarlo de menos. «Tengo que tomar una determinación, porque esto no puede seguir así…», pensó Paula con preocupación. Abrazada a la almohada y tras dar varias vueltas en la cama, la joven se abandonó a su recuerdo. Pedro estaría en Londres, pero para Jem estaba tan presente como el día y la noche. Podía oír su risa y su voz suave, incluso la agitación de su respiración cuando ella lo tocaba… Como no podía dormir, sacó el libro que estaba leyendo, abandonado desde que apareció el hombre por la granja. En tan sólo nueve días, se había involucrado en la relación hasta la médula. Quizá, leyendo podría adormecerse…


—¿Paula?


La joven hizo una mueca divertida y se arrellanó en uno de los asientos que estaban junto al teléfono.


—Hola, Pedro —contestó Paula, contenta por la llamada.


—¿Qué tal estás?


—Bien, sin problemas. ¿Cómo va la presentación? 

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