martes, 12 de octubre de 2021

Deja Que Te Ame: Capítulo 38

Y en ese momento estaba sonriendo, sonriéndole.


–¿Te has divertido? –le preguntó, girándose hacia ella.


–Muchísimo –respondió ella con una sonrisa radiante.


–Pues, si quieres, mañana te dejaré llevar el timón –le prometió Pedro, antes de besarla.


Una cosa llevó a la otra, y pronto abandonaron la playa y volvieron al bungaló, donde hicieron de nuevo buen uso de la enorme cama. Y lo último que pensó Pedro antes de abandonarse a la pasión, fue cuánto le gustaba también hacer el amor con Paula.



Pedro y Paula estaban tumbados en la arena de su pequeña playa privada, tomando el sol mientras esperaban a que se levantara el viento suficiente para salir con el catamarán. Se habían levantado temprano, habían estado haciendo ejercicio en el gimnasio al aire libre del complejo, en la isla principal, y luegohabían vuelto a su islote y habían desayunado en la terraza del bungaló. Era su penúltimo día allí, y ella empezaba a sentirse triste ante la idea de que aquellos maravillosos días juntos fueran a terminar. Se incorporó, apoyándose en los codos, y miró las aguas relucientes de la pequeña bahía bordeada por una vegetación exuberante. Exhaló un suspiro melancólico. Los días habían pasado tan deprisa, y había sido todo tan idílico, solos en aquella frondosa isla tropical, disfrutando de la naturaleza, lejos del mundo y de sus problemas… Era como un pequeño Edén en el que estaban solo ellos dos. Y ella era como Eva, descubriendo su feminidad. E, igual que según la Biblia Dios había hecho a Eva a partir de una costilla de Adán, Pedro había hecho de ella una mujer, sensual y apasionada.


–¿Y ese suspiro? –le preguntó él, incorporándose también y girando la cabeza hacia ella.


Como tenía puestas las gafas de sol, Paula no podía verle los ojos.


–No sé, supongo que… bueno, mañana a estas horas estaremos de vuelta, camino de Londres.


–¿Lo has pasado bien estos días?


–¡Por supuesto! Ha sido… Idílico –fue lo único que acertó a decir ella, que se notaba un nudo en la garganta.


–Para mí también –dijo él, poniéndole una mano en el muslo y acariciándola con suavidad. Alzó la vista hacia el cielo–. Dime una cosa: ¿Te atrae Utah?


Paula frunció el ceño, confundida.


–¿Utah?


Pedro se subió las gafas a la cabeza.


–¿Has oído hablar del Parque Nacional de Roarke?


Ella negó con la cabeza.


–No es tan conocido como el de Zion o el del Cañón de Bryce –le explicó Pedro–, pero es espectacular, y en el centro de visitantes se celebra un seminario de turismo sostenible al que quiero asistir. ¿Te gustaría venir conmigo? Podemos tomar un vuelo desde Miami, y cuando termine el seminario podríamos pasar unos días haciendo senderismo por el parque.


Paula se quedó callada un instante, aturdida, sin poderse creer que aquello estuviese ocurriendo. Pedro le estaba ofreciendo la posibilidad de pasar más tiempo con él.


–¿En serio? –exclamó–. ¡Sí, claro que sí!, ¡Me encantaría!


Una amplia sonrisa se dibujó en el rostro de Pedro.


–Estupendo –dijo, y se inclinó para besarla en los labios.


Una sensación de satisfacción y triunfo lo invadió. Era una nueva oportunidad para intentar que Paula se diese cuenta de todo el mundo de experiencias que la aguardaba si se decidía a dejar atrás el pasado. Y, sobre todo, serían unos días más para poder disfrutar juntos, se dijo besándola de nuevo, y pronto se olvidaron los dos de sus planes de salir con el catamarán.

No hay comentarios:

Publicar un comentario