jueves, 7 de octubre de 2021

Deja Que Te Ame: Capítulo 34

Paula se llevó las manos a la espalda para desabrocharse el sujetador. Lo hizo sin apartar sus ojos de los de él, con la barbilla levantada y los labios entreabiertos. Cuando sus pechos quedaron libres y hubo dejado caer al suelo el sujetador, Pedro, que estaba devorándola con la mirada, se humedeció los labios.


–Mi hermosa leona… –dijo con voz ronca.


Alargó ambas manos y rozó con las yemas de los dedos los pezones de Paula, que se endurecieron aún más. El estremecimiento de placer que sintió la hizo gemir y echar la cabeza hacia atrás. Pedro masajeó con las manos sus voluptuosos senos y tomó sus labios con un beso lento, sensual. Ella dejó que la empujara hacia la cama, que secolocara encima de ella y se regocijó al sentir el excitante peso de su cuerpo sobre sí. Pedro seguía besándola y mientras que una de sus manos continuaba masajeándole el pecho, la otra se ocupó de deshacerse del último obstáculo que lo impedía hacerla suya. Paula levantó las caderas para que pudiera quitarle las braguitas, y cuando lo hubo logrado abrió las piernas y dejó que deslizara la mano entre sus muslos. Los dedos de Pedro obraron magia explorando la parte más íntima de su cuerpo, haciéndola gemir y suspirar, y, cuando al cabo de un rato se apartaron y sintió su miembro erecto contra los pliegues húmedos de su sexo, experimentó una mezcla de sorpresa y deleite al comprobar que estaba tan excitado como ella.


Pedro tomó sus manos y se las levantó por encima de la cabeza, haciendo que se levantaran también sus pechos. Paula alzó la vista hacia él y Pedro le sonrió de un modo muy íntimo y posesivo. Dejándose llevar por un instinto ancestral, se encontró arqueando las caderas hacia él, ansiando que la poseyera. Susurraba su nombre en una abierta invitación, suplicándole que la hiciera suya. Pedro volvió a sonreír y de pronto, sin previo aviso, se apartó de ella. Paula parpadeó, aturdida, pensando que había cambiado de opinión, hasta que vio que alargaba el brazo hacia el cajón de la mesilla para sacar un preservativo. Se lo puso y volvió a colocarse entre sus muslos. Arqueó las caderas de nuevo, ofreciéndose a él, y él la penetró despacio. Ella contrajo el rostro, pero el dolor pasó pronto, y se deleitó en la sensación de su miembro deslizándose dentro y fuera de ella, desencadenando el estallido de sus terminaciones nerviosas y oleadas sucesivas de placer. ¿Cómo podía ser algo tan maravilloso… tan increíble? El tenerlo dentro de ella, ese fundirse en uno con él… De pronto se dio cuenta de que Pedro se movía más despacio, de que estaba haciendo un tremendo ejercicio de autocontrol para esperarla, para que ambos llegasen juntos al orgasmo. Mientras que se aferraba a sus hombros, él se apoyaba en las manos para no aplastarla con su peso mientras continuaba sacudiendo suavemente las caderas. Pronto ella sintió que estaba llegando al límite, y alzó el rostro hacia él para mirarlo a los ojos. Pedro dejó de controlarse, empezó a moverse más deprisa. Paula profirió un intenso gemido de placer y se arqueó hacia él, rodeándole las caderas con las piernas y clavándole las uñas en los hombros y echó la cabeza hacia atrás. Sin dejar de moverse, él admiró la belleza de su rostro,transfigurado por el orgasmo, antes de hundirse una última vez en ella, gritando su nombre. La atrajo hacia sí, acurrucándola contra su cuerpo mientras aún duraban los coletazos del clímax, y poco a poco notó cómo se relajaban sus muslos y se desmadejaba en sus brazos, con el aliento entrecortado y la piel perlada de sudor. Se quitó de encima de ella y se tumbó a su lado. Le acarició el cabello y le susurró tiernas palabras en su idioma. La besó en la frente, con las pocas energías que le quedaban, y sintió que un sopor delicioso se apoderaba de él. Era el cansancio que sobrevenía a la pasión. Plantó otro beso en su hombro y se acurrucó contra ella.


–Duerme –le susurró al oído–. Descansa…


Una leve sonrisa se dibujó en los labios de Paula, a quien también parecían pesarle los párpados. Se habían entregado el uno al otro por completo, sin reservas, y pronto el sueño los arrastró así, el uno en brazos del otro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario