martes, 11 de febrero de 2020

Venganza: Capítulo 31

Paula estaba teniendo una pesadilla. Cuando finalmente logró despertar de ella, se sentó en la cama con un terrible dolor en el abdomen y sudor por toda la espalda. Gritaba por la intensidad del dolor y no podía contenerlo.

—¿Paula? ¿Qué pasa? —preguntó Pedro desde el otro lado de la puerta.

Intentó hablar, pero otra ráfaga de dolor la recorrió.

—No puedo… no sé qué… oh…

Otra punzada de dolor la hizo caer sobre la cama y fue entonces cuando sintió la humedad entre las piernas. Levantó las colchas y miró. Incluso en la oscuridad pudo ver la oscura mancha de sangre. ¡El bebé!

—Paula, abre la puerta, maldita sea. ¿Por qué demonios te has cerrado con llave?

Paula intentó sacar las piernas de la cama, sabiendo que era importante que llegara a la puerta para abrirla. Pero cuando se disponía a levantarse, la habitación comenzó a darle vueltas y cayó en una oscuridad donde no había dolor y Pedro no le estaba gritando.



—Me temo que no servirá de consuelo, pero es bastante común, sobre todo en las primeras semanas de gestación, como era el caso de su esposa.

Oír al médico decir «Su esposa», le caló hondo. Intentó calmarse después del miedo que había pasado cuando, al tirar la puerta abajo, la había visto tendida en el suelo. Ese momento casi había eclipsado lo que tuvo que soportar al identificar el cuerpo de Malena.

—¿Está seguro de que está bien? Quiero decir, ¿No le pasa nada?

—Nada en absoluto. Físicamente está tan bien como usted o como yo, pero psicológicamente le llevará algo de tiempo recuperarse. Nunca es fácil superar un aborto.

Una oscura emoción atravesó a Pedro.

—¿Cómo…? ¿Por qué…?

El doctor sonrió amablemente.

—¿Por qué ha pasado esto? —se encogió de hombros—. Hay muchas razones y es mucho más común de lo que pueda pensar. Es un mito que tener relaciones sexuales pueda provocar un aborto, así que no se castiguen con eso —el doctor sonrió, haciendo que Pedro se sintiera como un verdadero fraude—. Sé que están recién casados… imagino que ha debido de estar bajo mucho estrés para que haya sucedido esto…

Paula abrió los ojos lentamente, pero la luz le hizo volver a cerrarlos bruscamente. Oyó un movimiento junto a la cama e intentó abrirlos de nuevo.

—¿Paula? ¿Cómo te sientes?

Esa voz. La voz de Pedro. Pero no era como estaba acostumbrada a oírla, sonó casi como si fuera agradable.

—¿Por qué de pronto estás tan simpático? —le preguntó con voz adormilada antes de ver sólo oscuridad.

Cuando volvió a despertar mucho rato después, lo hizo bastante más despejada. Recordaba que Pedro le había gritado que abriera la puerta… Abrió los ojos en un instante y al mismo tiempo posó las manos sobre su vientre.

—¿Qué ha pasado? —preguntó cuando él se acercó y apoyó las manos en la cama. Sentía una extraña sensación de vacío.

—¿No recuerdas lo de anoche? —le preguntó, sin mofa ni brusquedad.

Paula negó con la cabeza y se encogió de hombros.

—Recuerdo unos calambres… y después recuerdo haberme despertado y verte… —se detuvo al recordar la sangre. Volvió a centrar la mirada en Pedro —. El bebé… —susurró.

—Hemos perdido al bebé, Paula. Lo siento.

«Hemos». Su rostro estaba carente de toda expresión, aunque había dicho «Hemos». Que hubiera empleado esa palabra indicaba claramente que había aceptado al bebé como si fuera suyo, pero aun así. Paula sentía una soledad y una tristeza tan profundas que pensaba que no podría resistirlo.

—Vete, Pedro. Vete —le dijo con voz temblorosa.

—Paula…

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