jueves, 6 de febrero de 2020

Venganza: Capítulo 28

Paula había contemplado la sombra del pequeño avión danzando sobre el resplandeciente Mediterráneo antes de aterrizar en la isla de Sardinia, en el aeropuerto de Alghero. Un todoterreno y un conductor los esperaban allí y el sol de la tarde cata sobre ellos. Después de conducir durante cuarenta minutos, el conductor, Tomás, giró en una carretera estrecha con altos árboles a cada lado que hacía que el camino se volviera sombreado y misterioso. Después, giraron a la derecha, hacia la costa, hasta que apareció un juego de enormes puertas de hierro y se abrieron suavemente como por arte de magia, casi ocultas por el denso follaje y la colorida buganvilla. Atravesaron una zona de ramas bajas para salir a un enorme patio con una fuente cuya agua caía en una alberca. Unas flores de loto flotaban sobre el agua. Entonces apareció la casa, sorprendiendola con su discreta elegancia. El coche se detuvo y ella bajó antes de que Pedro pudiera abrirle la puerta; se había mostrado asustadiza ante él durante todo el día, sobresaltándose si se le acercaba demasiado. La casa era una clásica villa mediterránea con tejados en color terracota combinada con otro seductor estilo. Tenía enormes ventanas que iban del techo al suelo, con cortinas blancas que se sacudían suavemente con la cálida brisa. Una delicada veranda rodeaba el exterior y Paula vió jardines a ambos lados que se extendían hasta donde imagina que estaba el mar. Podía oír olas rompiendo suavemente cerca y el sonido la llenó de emoción. Era una de las cosas que había echado de menos al vivir en Londres. La casa de su familia en Dublín estaba en el sur de la ciudad, en la costa, pero Ariel no había perdido el tiempo para venderla cuando sus padres murieron. Había crecido con el sonido del mar y había pasado tanto tiempo desde que lo había oído de ese modo que una nostalgia agridulce se apoderó de ella.

Pedro vió cómo lo observaba todo, pero ella evadía su mirada y estaba comportándose como una testaruda. Estaba furioso porque había estado evitándolo todo el día, y no estaba acostumbrado a que las mujeres lo ignoraran. Su camiseta gris y sus pantalones cortos negros también lo enfurecían intensamente. La vió agarrarse con fuerza a la puerta del todoterreno, vió cómo apretaba la mandíbula y supo que Paula estaba dándose cuenta de lo alejada que estaría de la civilización. Sintió una gran satisfacción… hasta que de pronto la atención de ambos fue dirigida a un enorme perro pastor blanco. Ella, encantada, se arrodilló y llamó al perro, al que acarició efusivamente sin poder borrar la sonrisa de su cara.

—¿Pero quién eres tú, precioso?

—Se llama Bobby. Era el perro de Malena y, por lo general, no le gustan los extraños.

Oírle mencionar a Malena le provocó un fuerte dolor de corazón. Estaba claro que le había molestado que el perro la hubiera recibido bien… tal vez habría preferido que Bobby la hubiera arrancado los miembros uno a uno. En silencio, le dió las gracias al perro por haberla aceptado.

—Ciao, Bobby. Creo que tú y yo vamos a ser buenos amigos.

Pedro la observaba. Paula Chaves estaba generando demasiadas contradicciones para su gusto y, cuanto antes supiera qué esperar de ella, mejor.

—Conocerás a mi padre durante la cena. Le he dicho que nos conocimos en Londres gracias a Malena… lo cual, en cierto modo, es verdad. También le he dicho que nuestra relación fue muy precipitada y que no habíamos planeado que te quedaras embarazada tan pronto. No esperará que nos comportemos como unos recién casados enamoradísimos, pero aun así, tendremos que actuar un poco. No sabe la relación que tenía tu hermano con Malena. No quiero que se disguste por nada. Ya ha pasado demasiado desde el funeral y el infarto.

—Eso es lo último que quiero.

Él le miró los brazos y deslizó un dedo sobre uno de ellos.

—Tu piel es tan pálida que parece que nunca te ha dado el sol.

¡Y así era! Aunque eso seguro que no encajaría con la imagen que él se había formado de ella como la hermana de un millonario corrupto y egoísta. Paula reunió fuerzas para apartarse. Pedro simplemente estaba jugando con ella.

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