—Shhh, pequeña. Fue un accidente terrible —le dijo con un marcado acento—. Perdimos a nuestra bella Malena, que estaba tan llena de vida.
Paula le dio la mano y él le indicó que se levantara. Después, y sujetándole una mano a cada uno, los miró a los dos antes de decir:
—Los dos se han unido para hacer algo maravilloso: casarse y tener un hijo. Eso me llena de alegría —les apretó las manos con fuerza y se las soltó al decir con tono jovial—: Ahora, ¡Vamos a comer!
Las palabras del señor Alfonso no dejaron de darle vueltas por la cabeza durante la cena y la afectaron más de lo que había pensado. Se había esperado que el hombre fuera como su hijo, frío, cínico y desconfiado, pero no lo era, y tenía que admitir que ya había empezado a apreciarlo y que odiaría que le hicieran daño. Cuando estaban terminando de tomarse el café, el señor Alfonso dijo siguiendo algo que Paula había comentado:
—Ya basta de formalidades. Tienes que llamarme Horacio. Y también tienes que disculparme porque me temo que desde mi infarto me canso con demasiada facilidad.
Paula hizo intención de levantarse, pero él le indicó con la mano que no se moviera. Pedro se levantó para ayudar a su padre y una enfermera apareció en la puerta para llevarse a Horacio. Cuando se fueron, Pedro volvió a sentarse en la silla y dijo:
—Le has causado muy buena impresión. Es increíble verte en acción. Pero bueno, eso yo ya lo he vivido de primera mano, ¿No crees?
—A diferencia de tí, tu padre es un caballero. Es fácil apreciarlo.
—Ya has visto cómo es. A pesar de sus experiencias, es un viejo romántico y muy sentimental, pero siempre le he dejado claro que no espere eso de mí. Malena iba a desempeñar ese papel en la familia, era ella la que iba a casarse y a tener hijos. Si tu hermano se hubiera salido con la suya, habría vuelto aquí con los sueños rotos y un divorcio amargo, y sin su herencia. Si intentas aprovecharte de su buen corazón, te hundiré.
—¿Más todavía? —gritó Paula.
—¿Con todo este lujo que te rodea? Tu embarazo es la única razón por la que estás aquí, disfrútalo.
—Ya te dije que yo no tuve nada que ver en la vida de Ariel —dijo con voz temblorosa.
—Tú misma dijiste que sabías qué planes tenía con respecto a Malena. ¿De verdad esperas que crea que no te utilizó para que fueras su confidente? ¿Para calmar sus dudas y temores? ¿Para animarla a que confiara en él?
—Te juro que apenas conocí a tu hermana.
—Según mis informes, ella pasaba tiempo en el departamento de Ariel. Iba a ese club prácticamente todas las noches, el mismo que tú dijiste que era como tu segunda casa. Así que, por favor, no digas que no la conocías bien. ¿Ni siquiera puedes admitirlo? —le preguntó furioso.
De pronto Paula empezó a encontrarse mal, tenía un sudor frío por todo el cuerpo. Se levantó y dejó la servilleta sobre la mesa.
—No sé cómo decirte cuánto siento lo de tu hermana. Y al contrario de lo que puedas pensar, tu maravilloso informe te mostró sólo los aspectos más superficiales de mi vida. La vida social de Ariel y Malena no me incluía a mí. Mi realidad era muy diferente a la suya —estaba temblando por dentro—. Ahora, si me disculpas, me voy a la cama. Ha sido un día largo.
Se fue a su dormitorio y cerró la puerta con llave. Se duchó, se cambió y se metió en la cama y, justo antes de dormirse, se juró que haría todo lo que pudiera por mostrarle a Pedro lo muy equivocado que estaba con ella. Sabía que no sería capaz de aguantar todo su embarazo con su desconfianza y su repulsa.
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