martes, 17 de junio de 2025

Quédate A Mi Lado: Capítulo 52

Paula cerró la puerta de la habitación de Valentina con Pedro a sus espaldas. Todavía no podía creer que hubiesen conseguido descubrir las verdaderas intenciones de Micaela y encararlas con tanta facilidad. Aunque si lo pensaba bien, todo cobraba sentido. Si hubiese querido dinero, no habría dudado en ponerse en contacto con la familia Alfonso. Tenían que haberse percatado de este hecho desde el principio. La conversación con Ana la había ayudado a confiar en su instinto. Micaela veía las piezas de forma totalmente distinta a como ella hubiese adivinado jamás. Se inclinó sobre el balcón, exponiendo su rostro a la brisa del mar y Pedro se colocó a su lado, rozando su pierna con la de ella. ¿Qué es lo que haría de ese momento en adelante? ¿Seguir practicando aquel sexo apasionado que le hacía perder la cabeza por completo... Para acabar encontrándose sola? No, maldita sea, había aprendido la lección. No volvería a refugiarse en el mundo académico, lucharía por ella misma, por su matrimonio, con la misma fuerza con la que había luchado por Valentina. Por mucho tiempo que llevase. Se volvió hacia él, apoyando el codo en la barandilla.


—Micaela me ha sorprendido hoy. Ha madurado y me siento aliviada por Valentina.


La brisa calmaba la frustración que había sentido durante las últimas semanas, aliviando el sufrimiento que había albergado en su interior. Deseó poder compartir esa paz con Pedro.


—Conseguimos lo que nos habíamos propuesto —su voz la envolvió con la misma calidez de la primera noche en la fiesta de bienvenida.


¿Eran imaginaciones suyas, o había en aquel tono un rastro del antiguo Pedro? Mientras él contemplaba el mar, Paula escrutó su marcado perfil.


—Lo conseguimos recurriendo a una solución que no estaba prevista —como la que ella deseaba que él encontrase.


Igual que deseaba que se preocupase por el futuro de ambos.


—Luchaste por nosotros, por los dos, y por eso te quiero.


—Si seguimos pensando... —mientras rebobinaba sus pensamientos, la frase quedó atascada en su lengua y su corazón se aceleró—. ¿Qué es lo que has dicho?


Pedro giró su hermoso perfil hasta mirarla directamente a los ojos.


—He dicho que te quiero. 


Ella se quedó boquiabierta. Había esperado tener que recorrer un camino largo y difícil, tener que construir una relación que les llevase al amor tal y como Ana había hecho con su viejo amigo. Todavía quedaban muchas piezas por colocar.


—Pedro, ¿Estás seguro? Espera, claro que lo estás, siempre te has enorgullecido de ser sincero —su cabeza empezó a girar al ritmo veloz con el que latía su corazón—. Tenías razón cuando me dijiste que estaba anclada en el pasado. Quería volver a vivirlo, pero eso era imposible. Mi amor por David fue un amor exclusivo, al igual que el que siento por tí. A base de esperar que todo fuera como en el pasado, casi me pierdo lo absolutamente maravilloso que puede ser el presente.


Pedro frunció el ceno. Apoyó las manos sobre los hombros de Paula, sujetándola.


—Espera. Da marcha atrás un segundo. ¿Has dicho que tú también me quieres?


Pues claro que sí, ¿Y por qué no se le habría ocurrido decírselo directamente?


—Sí —le echó los brazos al cuello, reforzando la veracidad de aquel simple hecho—. Estoy total y absolutamente enamorada de tí. Sé que sólo han sido unas semanas, soy yo la que siempre dice que todo lleva su tiempo... 

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