jueves, 12 de junio de 2025

Quédate A Mi Lado: Capítulo 48

Ana volvió la vista bacía ella con una sonrisa y colocó el cuerno de la abundancia sobre el mantel.


—Perteneció a la abuela de mi primer marido. Ella adoraba las fiestas. Me regaló además un nacimiento precioso, una magnífica pieza de coleccionista. Ahora está en un museo, pero ordené que le hiciesen una réplica para que lo pudiesen disfrutar mis nietos.


—Es maravilloso que en tu familia se mantengan vivas esas tradiciones — bajó la vista hacia la sortija que Pedro le había colocado en el dedo, sobre el espacio en el que en otro tiempo había llevado el anillo de David. Perdona que te haga esta pregunta tan personal, pero ¿Tu marido el general tiene algún problema cuando se le recuerda tu primer matrimonio?


Ana se giró lentamente y se apoyó en la chimenea.


—Carlos y yo llevábamos siendo amigos muchos años, desde que ambos estábamos casados con otras personas. Lo ayudé con sus hijos tras la muerte de su esposa y él me ayudó a mí tras perder a Horacio. Nuestro amor surgió después y nos sorprendió a ambos, de modo muy agradable.


—¿No siente celos entonces?


—En absoluto. Aunque eso no significa que no tardásemos de recobrarnos de la pérdida de nuestros respectivos esposos. Cuando digo que nos llevó tiempo encontrarnos, hablo de muchísimo tiempo. Años, Y aquí estamos, mezclando belenes y familias —dio unos golpecitos en el pañal de Valentina—. Estoy deseando montar el nacimiento con mi nieta.


—No dejes de hacer fotos, muchas —por si Paula por entonces ya no formaba parte de su vida diaria. 


A pesar de la conversación con Pedro acerca de trabajar juntos, no confiaba en que su relación se extendiese demasiado en el tiempo.


—Tengo en el álbum algunas fotos de mis hijos montando el belén con su abuela. De hecho... —se inclinó sobre la caja, removiendo ornamentos— creo que la copia acabó aquí con las decoraciones del Día de Acción de Gracias.


Ana se incorporó con una bolsa de terciopelo en la mano.


—Aquí está —se sentó en el filo del sofá y empezó a desempaquetar las piezas—. Marcos y Pedro solían discutir cada año sobre dónde poner a los Reyes Magos, Marcos es tan tradicional como su padre y siempre los quería en el portal. Pedro, sin embargo, alegaba que los Reyes Magos no llegaron a Belén hasta dos años después y que por tanto debían colocarlos alejados del portal. Paula acunaba a Valentina mientras observaba el trío de figuras de porcelana y se imaginaba aun joven Pedro soñando con los viajes por el mundo de los tres Reyes Magos. La reproducción del nacimiento parecía de época, con sus ricas tonalidades y su estilo europeo, Ginger sostuvo un camello sobre la mano, —Cada año, el sabiondo de mi hijo agarraba estas tres antigüedades de porcelana y sacudía la cabeza diciendo: «Dos años, santo cielo. Perdona que te diga, pero eso los convierte en los tres reyes vagos».


—Ese es Pedro, no tengo la menor duda —al menos el Pedro que había conocido hacía una semana. ¿Heredaría Valentina su sentido del humor además de su sonrisa? ¿Volverían a ver alguna vez esa alegría tan suya?


Ana colocó el camello detrás de los reyes.


—Siempre bromeaba cuando sus sentimientos le incomodaban. La muerte de su padre le afectó profundamente, pero siempre hacía como si no tuviese importancia.


¿Estaría encerrándose en sí mismo como mecanismo de defensa ante sentimientos incómodos o más bien dolorosos? No paraba quieto, sin duda, y ella había aprendido hacía mucho tiempo que a veces los hombres se volcaban en la acción a expensas de palabras y sentimientos.


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