Despertó sola y, mirando a través de la puerta abierta de la terraza, lo encontró en el porche trabajando en su ordenador. Había vuelto a apartarse de ella y no sabía por qué. Entendía su frustración por la pérdida de la custodia completa de su hija, su temor por que la próxima audiencia con el juez acabara afectando aún más al entorno de Valentina, pero su aislamiento parecía motivado por algo más. ya que se había hecho más profundo después de lo ocurrido en el coche. Sacó los pies de la cama y caminó sin hacer ruido por la habitación para observarlo a través de la cristalera abierta. Una leve brisa levantó la cortina y le agitó el cabello. ¿Qué haría Pedro si se colocase detrás de él y le diese un masaje en los hombros para liberar su tensión? Podía merecer la pena correr ese riesgo. Salió a la terraza y enseguida se detuvo de golpe al ver el modo en que arrugaba la frente.
—¿Qué pasa?
—Mira esto —giró la pantalla del ordenador para que ella pudiese verla y le mostró una fotografía de Micaelaen una Fiesta en la playa, bailando entre dos hombres con la sombrilla de un cóctel prendida en el pelo—. ¿Acaso te da la impresión de que Micaela estaba intentando buscar una vida mejor para su hija? Mira la fecha de la foto.
Era de hacía menos de una semana.
—Hay más, Muchas más. Y no sólo aparece bebiendo, sino que además hay drogas y una cinta de contenido sexual que... —se pellizcó el puente de la nariz, agitando la cabeza. Abrió el menú para grabar la última página de Internet, con la mandíbula apretada pero los ojos aún impasibles—. Al parecer, no pasó mucho tiempo consumida porque echaba de menos a su hija.
Aquella fiesta multitudinaria y el entorno hacían pensar que había servicio telefónico, pero ella minea se molestó en llamar. Paula tiró de una silla y se hundió en ella junto a él.
—¿Por qué no las encontró el investigador privado?
—La mayoría son de la semana pasada. Conservo algunas... Habilidades de mis tiempos en la inteligencia militar— Apretó los puños sobre la mesa y su anillo de bodas brilló al sol de mediodía—. Maldita sea, tenía que haber hecho esto solo desde el principio,
—Desde el momento en que conociste a Valentina, has hecho todo lo que has podido por cuidarla —ella deslizó la mano sobre su puño—. Estas fotos dan miedo. Gracias a Dios que las has encontrado.
Él retiró la mano de debajo de la de ella y continuó pulsando las teclas del ordenador.
—Tengo que hacer más. Se nos acaba el tiempo
—¿Cuándo te marchas para empezar con tu nuevo trabajo? — sentimentalmente hablando, él parecía haberse ido ya.
El frágil terreno en común que habían empezado a compartir se alejaba como las olas tras arrastrar la arena de la playa.
—He retrasado todas las reuniones hasta que arreglemos la situación con Micaela. Lo que quería decir es que a Valentina se le acaba el tiempo.
—¿Y si la decisión sobre la custodia se alarga? —era una posibilidad a la que ambos debían enfrentarse.
—No —dijo él de modo cortante—, no permitiré que eso suceda.
Paula le acarició la muñeca, intentando de nuevo romper aquella fría apariencia que sólo se resquebrajaba cuando hacían el amor.
—Algunas cosas escapan al control de personas incluso tan poderosas como los Alfonso.
—Lo bueno de ser un Alfonso es que todos somos igual de resueltos. Cuento con enormes apoyos en lo que respecta a hacer algo por Valentina.
—Tratándose de tu hija, nadie puede sustituirte.
Volvió de pronto hacia ella sus ojos angustiados.
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