jueves, 12 de junio de 2025

Quédate A Mi Lado: Capítulo 47

 —¿Crees que no lo sé? Ya le he dicho a la familia que no pienso aceptar el trabajo de dirección en Alfonso International. Cuento con otras alternativas y pienso aprovecharlas todo lo que pueda.


A ella le sorprendió enormemente este cambio tan abrupto en sus planes de vida.


—Pero seguro que puedes posponerlo. No serás feliz estancado en un único sitio, tú mismo lo has dicho. Debe de haber una solución mejor, hablémoslo despacio.


—No hay nada que hablar.


Paula se inclinó hacia él, negándose a dejar que la alejara de su lado. Iba a luchar por Valentina con tanta fuerza como por Pedro.


—Maldita sea, tú eres el que siempre me sermonea para que no me cierre en banda, para que vuelva a la vida.


Algo en su mirada le hizo pensar que había conseguido conmoverlo, pero enseguida sus ojos azules volvieron a mostrarse fríos.  Apartó la silla de la mesa y ésta chirrió sobre el pavimento de piedra.


—No es momento de pensar en mí. Estamos en mitad de una batalla legal para obtener la custodia de mi hija, y a menos que trabajemos juntos y nos presentemos como un matrimonio unido y duradero, la perderemos para siempre —cerró el ordenador y se levantó—. Deberíamos irnos ya si no queremos llegar tarde a recoger a Valentina.


La dejó en el porche, sola y confusa. Asombrada al ver cómo la alegría de Pedro y sus reconfortantes sonrisas sesgadas habían desaparecido, sus palabras sobre un matrimonio duradero se fueron deslizando dentro de ella. Por fin se había comprometido a permanecer a su lado, aunque Paula nunca se había sentido alejada de él. 


Sentada en el salón sobre una mecedora antigua, Paula acunaba a Valentina en sus brazos aunque ésta ya se había quedado dormida bacía quince minutos. No había sido capaz de perderla de vista desde el momento en que la recogieron el día anterior. La habitación estaba en silencio excepto por el leve ruido que hacía su suegra en la mesa de café al sacar de una caja la decoración para el Día de Acción de Gracias. No pudo evitar sentirse reconfortada por la sencillez de aquella poderosa mujer, Ana Alfonso Renshaw llevaba un fino jersey naranja y unos vaqueros, y con ese aspecto parecía cualquier otra abuela preparándose para celebrar las fiestas en familia. ¿Cómo hubiera sido tener a alguien así a su lado tras la muerte de David o cuando había estado intentando decidir qué hacer cuando Micaela desapareció? Pedro se había encerrado con su hermano. Quizá encontrase en él cierto consuelo dado que Federico entendía su dolor después de haber perdido a la hija que adoptó. Sabía Dios por qué Pedro no quería escucharla a ella. Su alejamiento le dolía más de lo que podía haber imaginado hacía unas pocas semanas. ¿Cómo había podido volver a exponerse a tanto dolor? Descansó la mejilla en la cabeza de Valentina e inhaló su dulce perfume a champú infantil mientras observaba cómo su suegra sacaba de la caja una cornucopia de metal.


—Es una pieza hermosísima. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario