martes, 24 de junio de 2025

Chantaje: Capítulo 7

Miguel Chaves redobló su atención al escuchar aquello.


—¿Alfonso? ¿Cómo los Alfonso de Hilton Head, en Carolina del Sur?


—Sí, señor. Esa es mi familia.


—Yo soy Miguel Chaves, el padre de Paula.


Pedro contuvo su irritación ante el evidente interés que había despertado su apellido. Apreciaba las ventajas que había supuesto para él el contar con el dinero de su familia, pero prefería labrarse su propio camino en la vida. Pero hacía tiempo que había aprendido a tratar con tipos interesados en el dinero como aquél. Un fotógrafo que había bajado del barco siguiendo al padre de la novia empezó a sacar fotos. Paula hizo lo posible por ocultarse tras Pedro. Sonriendo de oreja a oreja, Miguel se apartó a un lado para que el fotógrafo tuviera mejor perspectiva. Delfina tomó a su prometido del brazo y se acercó a Pedro y a Paula.


—¿Cuándo conoció a Paula, señor Alfonso? Estoy segura de que la encargada de la sección de noticias locales de nuestro ilustre periódico querrá todos los detalles al respecto.


—Llámame Pedro, por favor —dijo éste con una sonrisa—. Conocí a Paula el año pasado, mientras estaba haciendo sus estudios en el extranjero. Me resultó imposible olvidarla… Y aquí estoy.


Cada palabra era cierta, y Pedro sintió el discreto suspiro de alivio que Paula dió a su lado. Delfina soltó el brazo de su prometido y se situó junto a su hermana para la siguiente ronda de fotos.


—Eres una caja de sorpresas, cariño —murmuró junto al oído de Paula.


Paula sonrió, tensa.


—No por elección. Además, ésta es tu noche. No quería hacer nada que te quitara el protagonismo.


Delfina le guiñó un ojo y luego miró a Pedro de arriba abajo.


—Si fuera mi cita, yo estaría disfrutando con tanta atención por parte de la prensa.


¿Qué clase de familia era aquélla?, se preguntó Pedro mientras ceñía una vez más a Paula contra su costado para hacer ver a Delfina que no le agradaban sus comentarios. Esta se limitó a sonreír y a agitar juguetonamente su pelo rubio en torno a sus hombros. Su ingenuo novio no pareció darse cuenta de nada. Paula ocultó el rostro en el hombro de Pedro, que se dispuso de inmediato a consolarla… Hasta que se dió cuenta de que no estaba disgustada. Sólo se estaba ocultando de la cámara y los flashes del fotógrafo, que no hacía más que sacar fotos. Delfina alargó una mano hacia su hermana.


—Vamos, sonríe a la cámara. Llevas, toda la noche ocultándote aquí fuera y no me vendría mal un poco de diversión y algunas fotos interesantes que añadir al álbum de mi boda.


Paula se quitó la goma que sujetaba su cola de caballo y la sedosa capa de su melena negra cubrió sus hombros y espalda. A Pedro nunca le había parecido que fuera especialmente coqueta o presumida, pero la mayoría de las mujeres que conocía se arreglaban para las fotos. Incluso sus tres cuñadas solían pintarse los labios antes de una conferencia de prensa. Pero al fijarse más detenidamente comprendió que estaba utilizando el pelo como cortina. Era posible que el fotógrafo estuviera haciendo sus fotos, pero no iba a obtener una imagen clara del rostro de ella. Pedro fue consciente en aquel momento de que el problema que había entre ellos era más complicado de lo que imaginaba. Sabía que Paula quería mantener en secreto su parentesco con la realeza. Eso era lógico y respetaba su derecho a vivir como quisiera. Pero hasta ese momento no había comprendido hasta dónde estaba dispuesta a llegar para proteger su anonimato… Lo que suponía un molesto inconveniente. Porque, como miembro de la familia Alfonso, él siempre podía contar con llamar la atención de la prensa. Quería vengarse, pero no necesitaba desvelar el secreto de Paula para hacerlo. Tenía formas mucho más tentadoras de apartarla definitivamente de su cabeza. 

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