jueves, 5 de junio de 2025

Quédate A Mi Lado: Capítulo 39

Su desenfado logró crispar los nervios de Paula, ya de por sí alterados. Era obvio que Micaela estaba bien y que había decidido por voluntad propia desaparecer de la faz de la tierra. Paula reprimió las ganas de tirar el teléfono al notar una creciente indignación maternal.


—Valentina está bien. Desde que la dejaste conmigo el verano pasado, ha aprendido a darse la vuelta en la cuna. Casi sabe sentarse sola.



—Bien, bien. Gracias por hacer de canguro, ¿Tienes alguna otra llave de la casa escondida por aquí en alguna parte? La que había bajo la maceta ya no está y necesito un sitio donde pasar la noche.


¿Hacer de canguro? ¡Hacer de canguro! Dos meses, casi tres, eran mucho más de lo que podía asumir una canguro, sobre todo con un bebé.


—Me llevé la llave cuando me fui del departamento —había cerrado la casa, pero seguía pagando el alquiler. Había pensado volver, pero en el fondo siempre había creído que Nina estaría con ella. Ahora, Valentina tenía a mano a sus padres biológicos, lo que dejaba poco espacio para una canguro—. Escucha Micaela: estoy en Hilton Head con Pedro Alfonso. Al ver que no regresabas, decidí traer a la niña aquí con su padre.


Paula vió cómo la mandíbula de Pedro se tensaba, su rostro serio, y las oleadas de indignación que lo recorrían, Valentina tenía un acérrimo defensor en la figura de su padre. Pronunció calladamente una oración de agradecimiento por poder contar con él en aquel momento.


—¿Ha vuelto de Afganistán? Vaya, estupendo, había pensado en ponerme en contacto con él.


¿Cómo podía ser tan displicente a la hora de contarle a Pedro que tenía una hija? ¿Acaso Valentina habría conocido a su maravillosa y enorme familia si Micaela no le hubiese hablado a Paula de su existencia? Él le indicó con un gesto que continuara hablando. Paula se tragó el miedo que le atenazaba la garganta.


—Entonces, puedes venir a Hilton Head y hablar con él en persona.


—Seguramente estará enfadado, ¿Verdad? —Preguntó Micaela, mostrándose indecisa por primera vez—. ¿Y no podrías traer a Valentina aquí?


A Paula se le acabó la paciencia. Si Micaela creía que podía aplastar a una vieja amiga aprovechándose de que era una persona prudente, le había llegado la hora de despertar de una vez.


—No puedo, Micaela. Abandonaste a tu hija y Pedro tiene la custodia temporal. 


—Paula —dijo Micaela con voz entrecortada—, ¿Qué demonios has hecho?


—No me diste otra opción cuando dejaste a la niña.


—Muy bien, esta noche me alojaré en un hotel. Nos vemos mañana en Hilton Head.


Estaba a tres horas de viaje. Nada hubiese detenido a Paula de haberse tratado de su hija y ahora era muy posible que la perdiese para siempre.


—Llámame cuando estés cerca de la ciudad y yo te indicaré cómo llegar a la casa.


Micaela colgó sin decir una palabra.


Paula contempló el teléfono que tenía en la mano y un escalofrío le recorrió todo el cuerpo. Los dientes le castañeteaban. Apenas oía a Pedro dirigiéndose a ella, ofreciéndole palabras de consuelo y diciéndole que todo saldría bien. No podía pensar nada más que en comprobar si Valentina estaba bien. Arrojó a un lado el teléfono y salió del coche de un salto.. Levantándose el vestido, entró corriendo en la casa, subió las escaleras y no se detuvo hasta llegar a la habitación de Valentina. La cuna estaba vacía. 

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