Esperaba que las pruebas que había encontrado sobre el modo en que Micaela había pasado los últimos meses inclinara la balanza a su favor. Todo dependía del veredicto del juez y Federico le había dicho que podía ocurrir cualquier cosa. Sin embargo, Paula permanecía sentada junto a él con la barbilla alta y los hombros erguidos, en actitud tranquila y confiada. Micela se apartó el pelo de la frente, pasando las hojas de los documentos que se apilaban frente a ella.
—Todo esto es demasiado complicado y protocolario.
Paula se inclinó hacia Micaela.
—Tienes que comprender que sólo pensamos en la seguridad de Valentina.
—Yo también pienso en ello —se apresuró a decir Micaela—. Sólo quiero jugar con ella.
Pedro empezó a buscar el archivo de fotografías, pero Paula lo detuvo poniéndole la mano sobre el brazo.
—Espera un momento —se apoyó sobre un codo—. Micaela, ¿Realmente quieres obtener la custodia de Nina?
El tono de su voz era suave, no acusatorio, y pilló a Micaela por sorpresa. ¿Qué demonios estaba haciendo? Hasta Federico, siempre tan estoico, se puso tenso en su asiento de cuero. Micaela se quitó un trozo de rímel del lagrimal, mirando nerviosamente a su alrededor.
—¿Qué clase de madre no quiere la custodia de sus hijos? Hasta tú la deseas sin ser su madre.
—Nadie te está juzgando, Micaela —prosiguió Paula con una tranquilidad admirable—, todos queremos lo mejor para Valentina y lo mejor para todos nosotros, incluyéndote a tí, ¿Porqué no dejas de ser quien crees que deberías ser? Sé tú misma y empecemos a hablar desde ahí.
Pedro empezó a inquietarse, porque gran parte de lo que Paula le había dicho a Micaela se lo había dicho también a él cuando le contó que iba a renunciar al trabajo en Alfonso International. A través de la mesa, Paula tomó la mano de Micaela con una Franqueza que él jamás pensó poder expresar.
—Micaela —dijo apretándosela suavemente— ¿Qué es lo que realmente pasa?
Micaela apretó la mano de Paula con un temblor en los labios.
—Van pensar que soy una persona horrible. Todos —miró alrededor de la mesa—, Valentina es una niña muy dulce y quiero verla, pero también quiero ser actriz, es el sueño de mi vida —espetó—. Necesito dinero.
Federico estrechó los ojos. Pedro se sintió indignado al ver que lo que él temía y esperaba se hacía realidad.
—Quieres una compensación.
Paula le tocó la pierna suavemente bajo la mesa, dándole tranquilizadores golpecitos en la rodilla para acallar la tormenta que se estaba desatando en su interior.
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