—No, no —Micaela levantó las manos a la defensiva y sus uñas, largas y arregladas, reflejaron los halógenos del techo—. No los estoy chantajeando. No sería capaz de algo así. Puede que tenga defectos, pero nunca vendería a mi hija. Sólo quiero que me hagan una prueba decente. Tengo una audición en Bollywood y no me puedo permitir el vuelo. Lo único que quiero es un billete de avión.
¿Bollywood? ¿En la India? Pedro la miró asombrado. ¿Estaba haciendo planes para marcharse y volver a dejar a su hija? Al menos, lo único que quería era un maldito billete de avión. Menos de mil dólares. Si Micaela hubiese estado interesada en sobornarles, podía haber pedido muchísimo más. Micaela se retorcía la manos en una masa de uñas color fucsia y anillos plateados.
—Soy consciente de que estás molesta porque no te dije nada de Valentina, pero sabía que, si acudía a tí, enseguida pensarías en formar una familia. Es que, Dios, no hablas más que de familia, familia, familia —levantó rápidamente la vista—.Y con esto no pretendo ofenderos a ninguno.
Federico sonrió sesgadamente.
—No te preocupes.
—De todos modos, no sabía qué hacer, y Paula es tan inteligente que sabía que se ocuparía de todo. Yo no soy como ella, no estoy hecha para ejercer de madre a todas horas, por mucho que quiera a la pequeña.
Pedro oyó levemente a su esposa murmurar lo que le alegraba poder cuidar de Valentina, lo que le convenció aún más de que tenía calada a Micaela. ¿Habría arreglado Micaela todo aquello para que Paula acudiese a él? No podía aventurar una respuesta, pero se dió cuenta de que la había juzgado mal desde el minuto en que había puesto el pie en el hogar de los Alfonso. Federico empezó a hablar con Micaela con su mejor tono de abogado razonable, explicándole los pros y los contras de lo que implicaba firmar la renuncia a los derechos paren tales. Pero sólo se fijaba en Paula, que de algún modo había encontrado el modo de deshacer aquel nudo y restablecer el orden, desde la descabellada idea del matrimonio hasta llegar a ver a través de la apariencia de niña mala de Micaela para llegar a la persona compleja, aunque eso sí, egoísta, que había en su interior. No había tenido que atacar a Micaela con lo que había encontrado sobre su pasado y provocar que las cosas se pusieran de tal modo que no volviese a haber buenas relaciones entre ellos durante el resto de la vida de Valentina. ¿Qué más se había perdido de Paula por adoptar una actitud vehemente que le evitaba percatarse de los detalles importantes? No lo sabía aún. Pero estaba deseando descubrirlos poco a poco, pasar días, semanas y años construyendo una vida y mejorando como persona mientras aprendía más cosas sobre ella. Empezando desde ese momento, diciéndole a su esposa lo más importante, un detalle al que su cerebro no había dado importancia, ocupado como estaba en hacerse cargo de la situación. En cuanto se quedase a solas con ella, se aseguraría de que lo escuchase, lo creyese y no lo olvidase. La amaba.
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