Micaela parpadeó rápidamente, quedándose por una vez sin sabe qué decir. Con su hija a salvo contra su pecho, Pedro agitó el pequeño panda delante de Valentina, haciéndola reír.
—Vino a hablarme de Valentina y descubrimos que habíamos conectado.
—¿Esperas que me crea que se enamoraron? ¿Estás de broma? Paula vive totalmente encerrada en su pasado con David —se giró hacia Paula con los labios curvados en un gesto de condescendencia—. Y seamos honestos, amiga mía, no eres lo que diríamos el tipo de Pedro.
Paula retrocedió un paso ante la evidente crueldad de las palabras que había pronunciado su supuesta amiga, Había mantenido la amistad con Micaela porque era extrovertida y vivaz, una fuerza que la había empujado hacía el mundo cuando se sentía aislada por la pena. Y sí, posiblemente le había disculpado muchas cosas porque había sido partícipe de tiempos más felices en su vida. Pero ya no podía disculparla. Micaela le guiñó el ojo.
—Igual puedes sacar algo del acuerdo de divorcio. Después de todo, te casaste con él para ayudar a su hija —parpadeó con sobreactuada ingenuidad— . Porque ésa es la razón por la que te casaste con él, ¿No es así?, no es que se conocieron de antes.
Una fugaz oleada de rabia heló la mirada de Pedro, pero su rostro se convirtió enseguida en una máscara inexpresiva. Paula admiró su serenidad, su capacidad para dejar a un lado los sentimientos y centrarse en resolver el problema. Entendió claramente que aquella cualidad lo había convertido en un combatiente muy eficaz. Los ojos de Pedro señalaron a Micaela.
—¿Qué es lo que quieres?
—A mi niña.
El temor recorrió los brazos de Paula poniéndole la carne de gallina.
—Un tribunal ha concedido a Pedro la custodia temporal. La abandonaste, así que tendremos que volver al juzgado a solucionarlo.
—Qué desastre —su mirada se volvió calculadora—, ¿Ya le han tomado cariño? Es una niña monísima.
Su peor pesadilla se estaba haciendo realidad. Volvía a perder a alguien a quien amaba, y mientras intentaba consolarse pensando que al menos Valentina estaba viva, Paula no podía borrar la imagen de la niña llamándola por la noche y preguntándose... El dolor se hundió en ella más que las lágrimas, Micaela, sin embargo, las dejó caer por su rostro.
—Lo siento mucho. He sido una estúpida, pero creía que realmente podía conseguir una vida mejor para la niña. No soy lo suficientemente buena para ella, no tanto como tú y tu familia.
¿Estaba Micaela actuando, o es que Paula se había vuelto más cínica? Ojalá no supiese lo buena actriz que Micaela podía llegar a ser. ¿Habría estado también utilizando sus dotes con Paula todo ese tiempo? ¿Habría sido su amistad una completa mentira? Igual Pedro tenía razón al pensar que se había aferrado a Micaela porque necesitaba mantener un lazo de unión con su pasado con David. Había permitido que le cerrasen los ojos, Paula consiguió reunir el suficiente aplomo.
—¿Dónde están tus maletas? Te enseñaré tu habitación.
Micaela negó con el dedo.
—No, no, no. No pienso quedarme aquí en observación, para que juzguen el más mínimo error que pueda cometer. Me voy a alojar en un hotel y Pedro pagará la cuenta —le pasó a Pedro una tarjeta—. Aquí está el número, puedes llamar para pedir detalles.
Se subió la correa de la bolsa que llevaba al hombro y caminó hacia la puerta, que resonó al cerrarse en el silencio de la casa. Balanceándose, a Paula le abandonó todo el valor que había logrado mantener y se agarró al respaldo de una silla antes de dejarse caer pesadamente sobre ella. Pedro se paseó por el salón con Valentina, agitando todavía el panda delante de sus ojos.
—Paula, no quiero que te preocupes, solucionaremos esto en los juzgados.
El juez no cambiará el acuerdo de custodia de la noche a la mañana y dudo que Micaela pueda aguantar mucho tiempo esta situación. Paula no estaba tan segura. Su cínico interior le gritaba que Micaela iba a cerrarse en banda, pero dejó que Pedro le siguiese contando sus planes porque le pareció que dejar que tomara el mando le ayudaba a mantener la calma. Observó cómo recoma de arriba abajo la habitación sujetando a la niña contra su pecho. ¿Cuándo había empezado a sentirse tan cómodo con ella? La conexión entre ellos era innegable, ya que Valentina levantaba la vista para mirarlo con adoración. El agitaba frente a ella el mordedor sacudiendo las cuentas que tenía en la barriga. A Valentina le encantaba aquel juguete. Y Paula no pudo negar por más tiempo que estaba enamorada de Pedro. Nunca se había sentido tan fuera de control.
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