—Pedro ha rechazado el trabajo en Alfonso Internacional —dijo Ana sin levantar la vista y limitándose a seguir colocando las figuras sobre la mesita aun faltando semanas para la Navidad.
—Me decepcionó mucho saberlo. Creo que piensa que no puede ser un buen padre si viaja del modo en que desea. Incluso dejó caer que marcharse sería hacerlo mismo que hizo Micaela—Paula recordó el día en que le contó sus temores sobre los desórdenes emocionales de los niños y lo mucho que aquello podía haber avivado las preocupaciones de Pedro—. ¿Has hablado de este tema con él? Puede que a tí sí te escuche.
Su suegra rió suavemente mientras negaba con la cabeza.
—Si algo he aprendido en todos estos años como madre y política, es que no se le puede decir algo a alguien y hacer que lo dé por cierto. Las personas deben sacar solas sus propias conclusiones.
—Pero me dijiste...
—Casi habías llegado allí sola y ya tenías todas las piezas en su sitio.
Paula intentó entender adonde quería llegar Ana con aquel viaje atrás en el tiempo, pero tal y como ella lo veía, todo le parecía deprimente.
—¿Me cuentas esto para que no insista más con Pedro?
Ana se arrellanó en el sofá con ojos sabios y amables.
—Te estoy ayudando para que puedas mostrarle las piezas que tiene que encajar —empujó suavemente al camello para alinearlo con los magos—. Puede que lleve un tiempo, quizá mucho, pero no te rindas. Algunos ven las piezas de distinto modo, pero mientras hablen de cómo resolverlo, encontrarán las respuestas más adecuadas para los dos.
Paula miró las figuras de porcelana que había sobre la me sita. Casi podía ver a los cuatro hermanos Alfonso colocándolas por turnos, muy parecidos los unos a los otros, pero distintos en muchos aspectos como había podido comprobar al conocerlos mejor. ¿Y ella qué? ¿Cómo habría organizado la escena? Por muchas vueltas que le diera en la cabeza, no podía recolocar las piezas que había encajado antes. Su mente veía las cosas de forma distinta, desde la perspectiva de una madre, con los vagos y estrafalarios reyes de Pedro a un lado. Poco a poco, su visión se fue aclarando y la imagen de cómo debía ser su vida volvió a recomponerse, de forma distinta a como era con David, pero no menos maravillosa. Quería un futuro junto a Pedro, la vida en común que ambos construyesen y no un intento de recrear el pasado. A él le pasaba algo, pero en ningún momento ella había dejado de creer que le importaba. Había Llegado la hora de tomar el mando de su vida y ser la esposa y compañera que Pedro se merecía.
Cuando se sentaron alrededor de la mesa de mediación de los juzgados para discutir con Micaela la primera ronda de detalles de la custodia, Pedro detectó en Paula una nueva determinación. Se había enterrado en trámites burocráticos con la esperanza de hacer las cosas bien y se había prometido hacer lo imposible porque fuese feliz y mirase hacia el futuro más que hacia el pasado, manteniendo a Valentina como máxima prioridad para conseguir la felicidad de todos. Una vez superado ese obstáculo, haría todo lo que estuviese en su mano para convertirse en el mejor marido y padre posibles, aunque aquello implicara amarrarse a un despacho en Hilton Head.
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