jueves, 17 de junio de 2021

Quédate Conmigo: Capítulo 12

El sábado por la mañana también amaneció soleado. Cuando llegó al chalet vió a la señora Brook-Tigh que salía con una bolsa de playa. Los sábados por la mañana solía ir al hotel que había en la otra punta del pueblo, que tenía piscina y una fantástica terraza. En cuanto se perdió de vista, la otra chica cruzó la calle y fue a verla. Paula estaba quitando la ropa de las camas.


-Le he dicho que me marcho y está furiosa. Dice que no va a poder encontrar a alguien para el miércoles. A ella no le vendría nada mal trabajar un poco. Espero que no quiera hacerte trabajar más.


-No creo.


-Seguro que se le ocurre algo. Bueno ahora tengo que marcharme. Hasta luego.


La señora Brook-Tigh volvió más temprano de lo habitual. Paula estaba preparando una bandeja con té para los nuevos inquilinos cuando ella entró.


-Esa chica se marcha -le dijo a Paula sin más preámbulos-. No es que fuera muy buena, pero no voy a poder conseguir a otra. Nos las tendremos que arreglar como podamos. Les comunicaré a los próximos inquilinos que no pueden llegar hasta las seis. Si tú vienes a las nueve y trabajas hasta las seis, podrás hacer los dos chalets. Te pagaré otras treinta libras a la semana.


Paula no respondió inmediatamente. El dinero le vendría muy bien...


-Lo haré la semana que viene y, si es necesario, la siguiente, pero no más.


-De acuerdo -dijo la mujer sin mucho entusiasmo.


Cuando salió se encontró con un coche lleno de niños y con la hermana del doctor.


-Hola -la saludo al verla-. Me alegro de verte de nuevo. Vamos a estar aquí una semana, espero que podamos conocernos un poco -dijo con una sonrisa-. ¿Dónde está la mujer que lleva esto?


-Iré a buscarla -contestó Paula-. Y será un placer verte de nuevo. 


Era bastante tarde cuando sonó el teléfono. 


-Hola Paula, soy Luciana Alfonso Martínez. No tuvimos mucho tiempo para hablar esta mañana, por eso le pedí el teléfono a la encargada del chalet. Espero que no te importe.


-Por supuesto que no.


-No conozco a mucha gente aquí y mi hermano Pedro está todo el tiempo trabajando. Me preguntaba si no te importaría acompañarnos a una playa que fuera segura para los niños. Yo podría llevar algo de comida. Espero que no pienses que soy una descarada...


-Por supuesto que no, me encantaría ir con ustedes. Hay una playa cerca, a unos minutos en coche. ¿Te gustaría ir allí para empezar?


-Suena genial.


-¿Dónde quedamos?


-¿Te parece bien aquí, en el chalet, a las diez?


-Muy bien. Allí estaré.


Cuando colgó el teléfono, su madre la estaba mirando esperanzada.


-¿Has quedado con alguien?


-Sí, voy a ir a South Sands con Luciana Alfonso Martínez y sus tres niños. Creo que comeremos allí.


-Me imagino que te vendrá bien el cambio. No te preocupes por la comida, yo me prepararé un sandwich.


Paula entendió bien la indirecta. Su madre no tenía la menor intención de preparase nada, así que le dijo alegremente:


-Te dejaré la comida preparada.


Su madre empezó a elaborar una disculpa, pero Paula no la estaba escuchando; tenía la cabeza puesta en la excursión del día siguiente.


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