martes, 15 de junio de 2021

Quédate Conmigo: Capítulo 8

 -Podemos hablar aquí. Voy a preparar unos sandwiches.


-Cariño, tú te mereces algo más que unos sandwiches. Vamos al hotel a charlar.


-¿Sobre qué?


-Sobre algo que te va a gustar...


Quizá se tratara de algo que no sabían sobre las propiedades de su padre...


-Bueno. Espera ahí mientras me cambio.


Mientras se quitaba los vaqueros y la camiseta de algodón, pensó en algo que combinara con la ropa elegante de Diego. No tenía ni idea de qué tendría que decirle. El señor Trump había insinuado que quizá hubiera algo más de dinero y quizá Diego se lo había traído... Cuando bajó, él estaba mirando por la ventana a la gente que paseaba por el muelle.


-No te puedes quedar en este lugar. Es un sitio tan pequeño, sin nada que hacer en todo el día...


Ella no se molestó en responder. Caminaron hacia el hotel sin hablar mucho.


-No entiendo por qué no puedes decirme de qué se trata -le reprochó Paula.


-Ya te lo diré.


El hotel estaba lleno. Tomaron una bebida en el bar y después les dieron una mesa con vistas a la ría. «Debería estar disfrutando», pensó Paula, «Pero no lo estoy pasando nada bien». Diego habló de su trabajo y de los amigos comunes.


-¿Has venido de vacaciones? -le preguntó ella.


-No. Tengo que volver mañana.


-Entonces será mejor que me digas de qué se trata -dijo mirando el reloj-. Ya son las dos y media.


Él soltó una carcajada.


-¿Tanta prisa tienes por librarte de mí?


Diego puso sus manos sobre las de ella. 


-Paula, cariño, he estado pensando mucho. El escándalo de la quiebra de tu padre ya se está pasando. No hay deudas y no hay necesidad de que nadie remueva las cenizas; por lo tanto, ya no hay posibilidad de que el asunto afecte a mi carrera. Dentro de unos pocos años, todo el asunto quedará olvidado. He venido a pedirte que te cases conmigo. Sé que no tienes dinero y que tienes una posición social difícil, pero yo puedo ofrecerte esas dos cosas. Te tengo mucho cariño y sé que serás una esposa excelente.


Paula había escuchado su pequeño discurso sin moverse ni decir una palabra. Estaba tan enfadada que creía que iba a explotar. Se olvidó de la buena educación y se puso de pie.


-¡Vete a paseo! -exclamó, y se marchó de allí.


Estaba encolerizada y no se fijaba por dónde iba. Por eso al salir, chocó con el enorme pecho del doctor Alfonso. Ella lo miró a la cara.


-Es una rata, un gusano -dijo enfadada-. Él y su preciosa carrera...


El médico intentó tranquilizarla.


-Esa rata... ¿Está todavía en el hotel? ¿No quieres verlo?


-Si fuera un hombre le daría un puñetazo -dijo ella y dos lágrimas corrieron por sus mejillas.


-Entonces será mejor que vengas a mi coche un segundo; por si sale a buscarte. Si quieres, puedes contarme lo que ha pasado.


La agarró del brazo y la acompañó al coche. La metió dentro y se sentó a su lado.


-Llora todo lo que quieras; después te llevaré a casa.


Le ofreció un pañuelo y se sentó pacientemente mientras ella se desahogaba. Vió a un hombre, probablemente la rata, que estaba paseándose por el aparcamiento mirando a su alrededor. Al final, el hombre volvió a entrar en el hotel.


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