jueves, 10 de junio de 2021

Quédate Conmigo: Capítulo 1

En la habitación había tres personas: un señor mayor con poco pelo y muy canoso; una señora de edad indefinida que debió ser muy guapa en su juventud y, sentada a esta, una joven pelirroja. La chica tenía una espléndida figura y su cara, aunque no era hermosa, resultaba muy agradable. Sus ojos eran verdes y grandes, y la boca, generosa. El señor mayor terminó de hablar, ordenó los papeles que tenía delante y se ajustó las gafas sobre la nariz. La mujer no podía pronunciar palabra, solo sabía mirar atónita al hombre. Entonces su hija, Paula, habló por las dos.


-Vamos a necesitar su consejo, señor Trump. Esto es una sorpresa para nosotras, no teníamos ni idea... Mi padre casi nunca hablaba con nosotras de sus asuntos. Aunque una semana antes de morir... -le falló la voz durante un segundo- me dijo que estaba invirtiendo en un plan que le iba a proporcionar gran cantidad de dinero. Cuando le pregunté de qué se trataba, simplemente se rió y me dijo que ya me lo contaría.


-Su padre tenía dinero suficiente para vivir holgadamente y dejarlas a ustedes bien situadas -dijo el señor Trump con frialdad-. Pero, desafortunadamente, la empresa de ordenadores en la que invirtió su dinero, estaba mal dirigida por un grupo de jóvenes sin escrúpulos.


Durante las primeras semanas, el negocio dio beneficios, así que su padre invirtió el resto de su capital. Inevitablemente, todo se vino abajo, y él y otros inversores perdieron hasta el último céntimo. Lo siento mucho, pero para pagar las deudas, tendrán que vender esta casa, el coche y los muebles. El señor Trump se dirigió hacia la madre y añadió:


-¿Entiende lo que les he explicado, señora Chaves?


-Que seremos pobres -respondió ella con un pequeño gemido-. ¿Cómo vamos a vivir? -preguntó mirando a su alrededor-. Mi preciosa casa... ¿Y adónde vamos a ir sin coche? -comenzó a llorar y, antes de que nadie pudiera decir nada, añadió-: Paula, tienes que pensar en algo...


-No te preocupes, mamá. Si esta casa se vende bien, podremos pagar todas las deudas e irnos a vivir al chalet de Salcombe. Allí conseguiré un trabajo y nos las arreglaremos muy bien.


El señor Trump asintió.


-Muy sensato. Cuando hayan vendido todo, seguro que les queda una pequeña cantidad. Probablemente no tenga ningún problema para encontrar trabajo, al menos durante el verano. Incluso puede que haya algo que usted pueda hacer, señora Chaves.


-¿Un trabajo? Señor Trump, no he trabajado en la vida y no pienso empezar ahora -dijo volviendo a echarse a llorar-. Mi querido esposo se revolvería en su tumba si pudiera oír lo  que está sugiriendo.


El señor Trump puso los documentos en un maletín. Siempre había pensado que la señora Chaves era una dama encantadora, bastante mimada por su esposo, pero con unos modales exquisitos. Pero en esos momentos, al ver su postura petulante, se preguntaba si habría estado equivocado. Paula, por supuesto, estaba hecha de otra pasta. Era una jovencita llena de energía, amable y simpática. Además, estaba el asunto de su boda; ese matrimonio resolvería todas sus dificultades económicas. Se despidió asegurándoles que se dedicaría inmediatamente a resolver todas las cuestiones legales.


Paula salió de la sala, bastante grandiosa, y cruzó el vestíbulo en dirección a la cocina. La casa era grande y bien amueblada. Una asistenta iba a diario y otra mujer, dos veces por semana para ayudar con el trabajo más pesado. Puso la tetera al fuego y preparó una bandeja. Como la asistenta había salido, busco la caja de las pastas y el pastel de frutas por los armarios. Quizá hubieran recibido un duro golpe, pero un té y un poco de pastel les sentarían de maravilla. Cuando volvió con la bandeja, su madre todavía estaba sentada en la silla, secándose los ojos. Se quedó mirando a Paula mientras ésta servía el té y le ofrecía una taza.


-¿Cómo voy a poder tomar algo mientras nuestra vida se viene abajo?


De todas formas, aceptó lo que su hija le estaba ofreciendo.


-Tendremos que despedir a la señora Tims. ¿Le pagamos semanal o mensualmente?


-No lo sé, hija. Tu padre nunca me molestó con esas cosas. Y esa otra mujer que viene a limpiar, Elsa, ¿Qué va a pasar con ella?


-Yo hablaré con las dos. 

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