martes, 22 de junio de 2021

Quédate Conmigo: Capítulo 14

 -¿Niños pequeños? Paula, sabes que enseguida me duele la cabeza cuando hay demasiado ruido y los niños son muy ruidosos.


-Te van a gustar, verás.


-¿Cómo los conociste?


Paula no le había hablado a su madre del trabajo en los chalets, le habría escandalizado que estuviera haciendo trabajo doméstico para otras personas.


-Eh... Está de vacaciones en un chalet alquilado -respondió de manera vaga.


Pero no tuvo que decir nada más, porque su madre había perdido todo interés. Al día siguiente, la visita resultó todo un éxito. Luciana era una buena conversadora y sabía un montón de chismes sobre los famosos. La señora Chaves disfrutó hablando con ella. Cuando todos se marcharon le dijo a su hija que Luciana era una joven encantadora.


-Es obvio que está bien casada y que tiene una vida social agradable -dijo mientras dedicaba una mirada de reproche a su hija-. Justo lo que tú tendrías si no hubieras rechazado a Diego -cuando Paula no respondió la mujer añadió-: Tengo que decir que los niños se han portado muy bien.


Por supuesto, pensó Paula, que se había encargado de mantenerlos ocupados mientras Luciana y su madre charlaban. 



Pedro fue a visitar a su hermana aquella noche. Ésta le ofreció algo de beber y se sentaron juntos en la sala.


-Hemos ido a casa de Paula a tomar el té. ¿Conoces a su madre? Es como una piedra atada al cuello de Paula. Es una mujer encantadora, pequeña y con modales refinados. Se ha quejado de tener que vivir aquí después de la vida tan estupenda que tenían en Richmond. También me dijo que Paula había rechazado a un hombre que quería casarse con ella.


El doctor sonrió.


-Ah, sí, la rata...


-¿Lo conoces? - preguntó Luciana sorprendida.


-Una vez estuve cerca. No era un hombre para Paula.


-Quizá encuentre a alguien aquí.


-Ya. ¿Va a venir Juan el sábado a recogeros? 


Era un cambió de conversación que a Luciana no le pasó desapercibido.


-Sí, menos mal. Se llevará a Francisco y la mayoría del equipaje. Yo me iré con las niñas. Tenemos pensado salir temprano, antes de que Paula empiece a hacer la limpieza -dijo mirando a su hermano.


Y si había esperado alguna respuesta al comentario, no obtuvo ninguna.



Cuando Paula llegó al chalet por la mañana, se encontró con un gran alboroto. Luciana estaba metiendo a los niños en el coche y estos se quejaban porque no querían marcharse.


-Ya nos vamos -gritó Luciana mientras aseguraba a Francisco en su silla-. Éste es Juan, ven a decirle hola y adiós.


Paula se despidió de todos un poco triste. Luciana y ella se habían caído muy bien si hubieran tenido más tiempo, podrían haberse convertido en buenas amigas. Cuando perdió los coches de vista, recogió el cubo y los utensilios de limpieza y se dispuso a empezar la jornada. Fue muy duro trabajar hasta las seis de la tarde. Justo cuando estaba cerrando la puerta del segundo chalet, llegaron los nuevos ocupantes. Se dijo que, a pesar del dinero, no iba a hacer el trabajo de dos personas durante más tiempo.


-Todas las jóvenes son iguales -le dijo la señora Brook-Tigh con tono desagradable-. Quieren hacer lo menos posible y llevarse todo lo que puedan.


Paula no se molestó en contestarle. Estaba cansada y desanimada porque el futuro se le presentaba poco halagüeño. Las horas que había pasado con Luciana y los niños se lo habían demostrado. Cuando llegó a casa le dolían los pies. Se quitó los zapatos y se fue a la cocina a preparar la cena. Mientras cocinaba se tomó una taza de té bien cargado. Aunque una botella de coñac no habría estado mal, se dijo a sí misma; cualquier cosa que aliviara el persistente sentimiento de frustración. Tenía que hacer algo con su vida, pero ¿Qué? Si algo nuevo ocurriera... 


El lunes por la mañana, al salir de la panadería, se encontró con el doctor Alfonso. Él no malgastó el tiempo en saludos. 

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