El domingo también amaneció precioso. Paula se puso un vestido de algodón y sandalias de playa y se dirigió hacia el chalet donde había quedado. Cuando llegó, Luciana estaba cargando el coche.
-Ya tengo a los niños dentro. Aquí parece que todo el mundo sigue durmiendo y estos son muy ruidosos.
Paula miró hacia la casa de la señora Brook-Tigh. Las cortinas estaban echadas y no había el menor signo de actividad. Lo cual le pareció muy bien porque así no tendría que saber que iba a salir con los inquilinos.
-Hoy va a hacer calor -dijo Paula-. La playa va a estar llena.
-A los niños les encantará -respondió mientras se subían al coche-. Estos son Delfina, Francisco y Valentina.
Eran tres niños entusiasmados e impacientes por llegar a la playa. Sin perder más tiempo, Luciana arrancó el coche y Paula la dirigió por la carretera de la costa hasta la playa.
-Está muy cerca -dijo Luciana mientras estacionaba el coche.
Bajaron todos y descargaron las bolsas de comida, los cubos y las palas, las toallas... En la playa había bastante gente, pero no estaba llena. Buscaron un sitio al lado de las rocas y se pusieron los trajes de baño. Luciana y los niños corrieron hacia el agua y Paula se quedó al cuidado de las cosas. Era muy agradable estar allí sentada. Todavía no hacía demasiado calor y no había nadie al lado. Ese era el primer día que iba a la playa desde que había llegado a Salcombe, pensó Paula. Luciana y los niños eran muy simpáticos y, aunque acababa de conocerlos, parecía que los conociera desde hacía mucho tiempo. Por supuesto, todos se irían al cabo de una semana, pero aun así tendría muy buenos recuerdos de ellos. Todos volvieron trotando y Luciana le dijo:
-Ahora te toca a tí. Es una pena que no podamos ir todos a bañarnos. ¿No crees que podríamos dejar las bolsas solas un rato? No hay nadie cerca y podríamos vigilarlas desde el agua...
El agua estaba helada, pero Paula se metió rápidamente y se puso a nadar. Primero nadó con ganas para quitarse el frío y, después, lentamente hacia donde estaba Luciana con los niños. El tiempo pasó rápido, como siempre sucede cuando uno es feliz. Construyeron castillos en la arena, excavaron agujeros y los rellenaron de agua, y volvieron a meterse en el agua. Luciana fue a buscar algo a las bolsas mientras los demás jugaban en la orilla.
-¡Pedro, qué sorpresa! ¿Has venido a comer con nosotros?
-No. Acabo de visitar a un paciente y ahora tengo que ir a ver a otro - dijo mirando hacia el grupo que jugaba en la orilla y fijándose en la figura de Paula.
-Es estupenda, ¿Verdad? -comentó Luciana mirando a su hermano-. Debería estar en otra parte, rodeada de novios y con una ropa estupenda.
-Ni hablar.
Habló con tanto énfasis que su hermana lo miró extrañada. Después sonrió.
-Vaya, Pedro...
En ese momento llegaron los niños corriendo a saludar a su tío. A Paula le dió un poco de vergüenza que él la viera en traje de baño.
-Hola -la saludó Pedro-. Veo que te ha tocado lidiar con este trío de salvajes. Debes estar agotada. Ahora tengo que irme -dijo poniéndose de pie con los niños agarrados a sus pantalones-. Espero que lo pasen bien. Y no tomen mucho el sol... -les recomendó mientras se alejaba hacia el estacionamiento.
Casi no la había mirado, pensó Paula, solo una sonrisa y una despedida con la mano al marcharse. Había sido tonta al sentir vergüenza. A media tarde, los niños estaban cansados, así que decidieron volver a casa para dormir un poco.
-Entra a tomar un té -le suplicó Luciana, pero Paula negó con la cabeza.
-Lo siento, pero tengo que marcharme. Si quieres que cuide de los niños alguna noche para que tú puedas salir, lo haré encantada.
-¿De verdad lo harías? Sería estupendo.
-¿Quieres venir a mi casa a tomar el té mañana? Vivimos al lado del agua y hay muchas cosas interesantes para los niños.
-Nos encantaría.
Paula le explicó dónde vivía y se marchó. Cuando llegó a casa, su madre estaba esperándola. No dejaba de quejarse del calor que había pasado en el hotel.
-Te sentirás mejor cuando te prepare una taza de té con limón.
-¿Te lo has pasado bien?
-Sí, mucho. El agua está bastante fría, pero disfruté nadando. He invitado a Luciana y a los niños a tomar el té mañana. Te gustará conocerlos.
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