De pronto volvió a sentir lágrimas en los ojos. Masculló un juramento.
-Yo nunca lloraba, hasta que te conocí.
-Eso es porque al final te diste cuenta de que no siempre tenías que ser la fuerte, la protectora.
Paula asintió al tiempo que las lágrimas brotaban de sus ojos.
-Sí, maldita sea, sí.
Pedro las atrapaba sobre sus mejillas con las yemas de los dedos. Un segundo después ella le rodeó con los brazos. Lloró y lloró sin parar. Él le acariciaba la espalda y le susurraba dulces palabras en italiano.
-Dios, te quiero, Pedro.
Ella se apartó y lo miró.
-Yo también te quiero, Paula.
Él estaba a punto de besarla cuando ella retrocedió.
-¿Estás seguro de que no me te arrepentirás? ¿Y si vuelvo y luego te das cuenta de que en realidad quieres a una princesa de la alta sociedad?
Pedro miró a su alrededor. La gente los miraba boquiabiertos. Sintió una descarga de energía, sabiendo que tenía a la mujer que amaba entre sus brazos y que ella le correspondía. Aquello era lo que siempre había buscado, pero no lo habría sabido nunca si no la hubiera conocido. Volvió a mirar a Paula.
-¿Tú qué crees?
Ella miró a su alrededor. Todo eso lo había hecho por ella, por ella.
-Muy bien, te creo -le dijo, sonrojándose.
-Creo que es hora de irse a casa.
-Sí, por favor.
Mucho después, tras darle rienda suelta a toda esa pasión que llevaban dentro, Paula suspiró profundamente. Pedro se apoyó sobre un codo y la miró con gesto serio. Le apartó un mechón de la cara.
-La única razón por la que no te dije que te quería el día que te fuiste fue porque no quería asustarte. Quería empezar de cero y hacer las cosas bien, como te merecías.
-Creo que las has hecho bien, Pedro. Me tienes -dijo ella, sonriendo.
Él sacó algo del mueble que tenía detrás.
-Bueno, ahora que hemos hecho tantos progresos, quiero pasar a la siguiente fase.
-¿La siguiente fase? -repitió ella, apoyándose en el codo también.
Pedro abrió una cajita de terciopelo. En su interior había un flamante anillo con una esmeralda, rodeada de diamantes. Paula levantó la vista.
-Este no puedes devolverlo a la tienda. Es un préstamo para toda la vida.
Paula se incorporó. Estaba temblando. Pedro tomó su mano y le puso el anillo en la punta del dedo. La miró a los ojos. Ella parpadeó rápidamente para ahuyentar las lágrimas.
-Paula Chaves, te quiero más que a mi vida. ¿Vendrías a Río de Janeiro la próxima semana y te casarías conmigo, con Jorge y Gonzalo como testigos?
Paula asintió torpemente.
-Sí. Me encantaría ir a Río y regresar siendo tu esposa.
Pedro deslizó el anillo hasta el final de su dedo y la estrechó entre sus brazos con un gesto de triunfo. Sus bocas se encontraron. Después de un momento, él retrocedió.
-Bien, porque entonces podemos pasar a la fase siguiente.
-¿Y qué fase es esa?
De repente la voz de Pedro sonó más seria que nunca.
-Vivir juntos durante el resto de nuestras vidas y tener hijos a los que amaremos y les daremos todo lo que no tuvimos nosotros.
Paula le acarició la mejilla.
-Eso me gustaría. Mucho.
Cuatro años más tarde, Paula miró por encima de la cabecita de su recién nacido bebé. El pequeño tenía una hermanita de dos años y medio, Olivia. Le sonrió a su marido.
-¿Se arrepiente de algo, señor Alfonso?
Pedro se inclinó para darle un beso a Paula y Olivia se movió un poco. Estaba dormida sobre su hombro.
-De nada -le dijo.
FIN
Que lindo final!!! 😍😍
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