jueves, 28 de mayo de 2020

Dulce Amor: Capítulo 9

Y no era el momento de recordar las lágrimas en los preciosos ojos de Paula Chaves. Pero no podía dejar de pensar en ello.

—No me gustan los medios de comunicación —respondió por fin—. Siempre tergiversan lo que dices, y después del caso Algard juré no volver a dar otra entrevista.

El rostro de su hermana se ensombreció cuando nombró el caso que había dado por terminada su carrera como detective. Tal vez incluso como ser humano. En otro momento se habría aprovechado de esa simpatía, pero de repente, estaba allí entre ellos: La oscuridad que lo separaba de aquel mundo de galletas caseras y risas infantiles. Se habían enfrentado juntos a eso una vez, cuando sus padres fueron asesinados por error en un caso de confusión de identidades. Fue Carolina quien mantuvo a flote a lo que quedaba de su familia. Carolina quien lo había llevado por el camino recto cuando hubiera sido mucho más sencillo dejar que todo se fuese al garete. Y sólo cuando logró que él terminase sus estudios, decidió dejar la gran ciudad, y con ella, la violencia y la fealdad de las debilidades humanas. ¿Y qué había hecho él? Sumergirse en ella.

—¿Cómo van retorcer lo que puedas decir después de salvar a un perro de morir ahogado? —le preguntó Carolina entonces, suavizando el tono.

—No caigo bien. Parezco una persona fría, sin corazón.

—Eso no es verdad —dijo su hermana, aunque no parecía convencida del todo.

—La gente creerá que no me gustan los perros.

—Creerán que eres un egocéntrico, que sólo piensas en tí mismo.

—Porque es verdad.

Los dos soltaron una carcajada. Carolina empezaba a ablandarse… No tanto como para darle las galletas, pero Pedro estaba seguro de que le daría una antes de que se fuera. «¿No sorprendería a la pesada de Paula Chaves que pudiera ser encantador cuando quería?» Otra vez estaba pensando en ella y no le gustaba un pelo.

—Deberías hacerlo —insistió Carolina.

Se le ocurrió entonces que si daba esas entrevistas, su vida sería incómoda durante unos días. Pero si no lo hacía, su hermana y su jefe podrían hacerle la vida imposible durante mucho tiempo.

—Por el pueblo —dijo Pedro, con cara de pocos amigos.

—Y por tí también.

Había algo en su hermana que siempre lo hacía desear ser mejor persona. Además, Carolina sabía que haría cualquier cosa por ella. Sin embargo, jamás se aprovechaba de eso. De hecho, rara vez le pedía un favor. Pedro suspiró pesadamente. Tenía la impresión de que estaban empujándolo en una dirección en la que no quería ir. Para nada.

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