martes, 12 de mayo de 2020

Pasión: Capítulo 43

--No. No puedo hacerlo.

La expresión de su rostro era indescifrable. Se levantó de la cama.

-Duerme un poco, Paula -le dijo, sin mirar atrás-. Nos vamos mañana a la hora de comer.

Al día siguiente, a la hora de comer, Paula todavía se sentía un poco dolorida. Era como si hubiera habido un terremoto la noche anterior, y ya no sabía dónde estaban sus puntos de referencia. Se había levantado tarde, después de pasar toda la noche en vela, dando vueltas. Carmen le había dicho que Pedro se había ido a trabajar. De pronto oyó un ruido y levantó la vista de la televisión. Él estaba en la puerta, con gesto serio y casi malhumorado. Paula sintió que se le caía el alma a los pies. No hacía falta preguntarse cómo se había tomado lo de la noche anterior. Lo llevaba escrito en la cara. Se puso en pie lentamente y trató de hacerle frente con la misma actitud.

-Estoy lista para irme.

Pedro levantó un pedazo de papel que tenía en la mano.

-¿Me quieres explicar esto?

-¿De qué estás hablando? -le preguntó ella, mirando el papel.

Pedro lo levantó en el aire y leyó.

-«Gonzalo ¿Dónde estás? ¿Te encuentras bien? Por favor, ponte en contacto conmigo. Tengo tantas cosas que contarte. Necesito saber que estás bien. Por favor, solo dime dónde estás. Mándame un número al que pueda llamarte. Tenemos que hablar. Puedo ayudarte».

Paula se quedó blanca como la leche.

-¿Cómo has conseguido eso?

-Es la cuenta de correo de su trabajo. Tengo a una persona revisándola constantemente.

Paula sintió que se le encogía el estómago. Se sentía culpable aunque no hubiera hecho nada.

-No te lo dije ayer porque parecías muy enfadado cuando volviste. Pero te lo habría dicho.

Pedro arqueó una ceja de una forma que Paula no había visto antes. Casi sintió ganas de golpearlo.

-Has tenido toda la tarde para decírmelo. Este correo suena muy mal. Querías avisarle para que no apareciera por aquí, o querías quedar con él en algún sitio.

Paula tragó en seco.

-A lo mejor eso es lo que parece, pero no es lo que yo quería.  Quería decir exactamente lo que digo, que estoy preocupada por él y que quiero saber dónde está. Cuando le dije que podía ayudarlo, quería decir eso, que si se entrega, tengo intención de ayudarlo pase lo que pase.

Pedro bajó el papel y sonrió con dureza.

-Qué nobleza. Cuánta mentira. Creo que ibas a decirle que te habías metido en la cama de su jefe y que le habías contado unas buenas mentiras. A lo mejor querías contrastar la historia con él antes de que apareciera por aquí.

Paula sacudió la cabeza. Sintió un mareo repentino.

-Eso es absurdo.

-No -dijo Pedro con contundencia-. Lo que sí es absurdo es que te he infravalorado durante mucho tiempo. Eres una ladrona, igual que tu hermano, y es increíble hasta dónde puedes llegar para protegerle.

Paula estaba temblando de arriba abajo.

-¿Quieres que te recuerde que fuiste tú quien me sedujo?

-Has jugado conmigo desde el momento en que nos conocimos, en esa fiesta. Tú y tu hermano. Él metió la pata, y tú estás intentando arreglarlo.

Paula lo miró fijamente. El cuerpo se le estaba adormeciendo.

-Parece que ya lo has entendido todo, ¿No? -le dijo, escondiéndose allí donde él no podía hacerle daño-. ¿Qué más hay que decir? -lo miraba fijamente, pero no le veía.

-No hay nada más que decir. Es hora de irse -dijo él con desprecio.



Paula apenas recordaba el viaje de vuelta a Londres. Había dormido un poco en el avión, torturada por sueños horribles. Cuando el coche de Pedro se detuvo frente al edificio de su empresa, se dió cuenta de que la rabia se estaba convirtiendo en dolor, un dolor agotador. Al bajar del vehículo, miró a su alrededor. Era de noche y las calles estaban desiertas.

-Ni se te ocurra -Rocco la agarró del brazo con fuerza.

Paula se soltó de un tirón y le fulminó con la mirada.

-No me toques. No voy a dejar a mi hermano a tu merced.

Cuando entraron en el departamento, Jorge estaba allí para recibirlos. Paula sintió ganas de arrojarse a sus brazos y echarse a llorar, pero no lo hizo.

-Hay una foto suya con Paula en la prensa rosa -dijo Jorge, dándole unos periódicos a Pedro.

Pedro abrió el periódico del día siguiente. Paula se acercó un poco para poder ver. Era una foto enorme de él y de ella, en la fiesta de Nueva York. "¿Quién es la nueva novia de Alfonso?", decía el titular. De repente sintió ganas de vomitar.

-Ahora veremos hasta dónde llega tu hermano para protegerte -dijo Pedro.

Paula levantó la vista, tratando de entender lo que acababa de decir. Y entonces lo comprendió todo. Abrió la boca. Un dolor desgarrador la atravesaba por dentro.

-Tú lo planeaste todo. Me llevaste contigo para que mi hermano viera las fotos en la prensa y saliera de su escondite.

El rostro de Pedro era impasible.

-Será interesante averiguar si ese lazo que los une es tan fuerte como dices.

Paula lo miró fijamente, pero no pudo ver ni rastro de aquel hombre hermoso del que se estaba enamorando.

-Eres un bastardo.

Él sonrió, con toda la crueldad que tenía en su interior.

-Tienes toda la razón. Lo soy.

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