martes, 5 de mayo de 2020

Pasión: Capítulo 35

Él echó atrás la cabeza, se detuvo. Todavía seguía dentro de ella, podía sentir su humedad en las yemas de los dedos. Con un movimiento rápido la sacó de la piscina y la sentó en el borde. Después salió del agua, la tomó en brazos y la acostó en una tumbona que estaba cerca. Le dio un beso rápido, murmuró algo y fue a la habitación un momento para buscar un preservativo. Regresó de inmediato. Paula contempló su rostro anguloso y perfecto. Los ojos le brillaban. Sujetó el sobre del preservativo entre los dientes un momento y se quitó los pantalones y los calzoncillos rápidamente. Abrió el paquete sin perder tiempo, se protegió y volvió junto a ella.

-Quiero probar tu sabor, pero esto lo necesito desesperadamente -añadió, poniéndose entre sus piernas.

-¿Qué.? Ooooh -Paula gimió al sentir cómo entraba dentro de ella.

Abandonó todo intento de hablar o pensar y enroscó las piernas alrededor de las caderas de Pedro, urgiéndole a entrar más y más adentro, hasta que ambos alcanzaron el clímax más sublime bajo un cielo encapotado y una lluvia torrencial. Se quedaron inmóviles durante un buen rato. Pedro seguía dentro de ella. Temblores sutiles la sacudían cada pocos segundos. Finalmente, empezó a moverse, apoyándose en los brazos. Se soltó de ella y se incorporó.

-Voy a darme una ducha. ¿Quieres venir conmigo?

Paula sacudió la cabeza. Necesitaba un poco de espacio.

-Creo que me quedo aquí un rato.

Él se encogió de hombros.

-Como quieras -dijo él y volvió dentro.

Paula le siguió con la mirada hasta que entró en la habitación. Miró a su alrededor. Los restos de la batalla amorosa estaban por todas partes. Era una locura, delirante. Él tenía razón. Oyó un ruido y le vió regresar. Se había puesto otra toalla alrededor de la cintura y se estaba secando el pelo con otra. Volvió a sentirse expuesta.

-¿Has disfrutado de tu ducha?

Él asintió y entonces sonrió con picardía.

-Habría sido mucho mejor si me hubieras acompañado.

Fue a sentarse junto a ella. Su aroma a limpio la envolvió como un manto. De repente se sintió sucia, recordando esa explosión de pasión que los había consumido un rato antes. Apartó la vista, nerviosa.

-Qué bien se está aquí.

-No puedes quedarte aquí toda la noche.

Ella se encogió de hombros.

-Para serte sincero, la suite,  el hotel. Todo es un poco intimidante. Me da la sensación de que lo estoy ensuciando todo con mi presencia.

-Eso es una locura. ¿De qué estás hablando?

Ella lo miró de reojo y apartó la vista rápidamente.

-Es como si no debiera estar aquí. Cuando tenía nueve años, una de nuestras madres de acogida nos llevó a Gonzalo y a mí a ver un caserón antiguo - Paula sonrió-. Ella era una de las buenas. Era una mansión centenaria. Tuvimos que tomar un tren en Londres. Tenía unas habitaciones enormes. Impresionantes, llenas de antigüedades, cuadros. Un rato después de llegar, me perdí. El grupo había seguido adelante, pero no podía encontrarles. Entré en una habitación llena de muñecas de porcelana diminutas.

Paula hizo una mueca, recordando el momento.

-Evidentemente, los dueños de la casa tenían una colección. Yo estaba fascinada y me fijé en una muñeca en concreto. De repente sentí una mano sobre el hombro. Me asusté tanto que dejé caer la figurita. Había una mujer, gritando, diciendo que yo era una ladrona, que me fuera de allí -se estremeció-. Tenía tanto miedo que eché a correr y al final encontré al grupo. Pasé mucho tiempo pensando que en cualquier momento volvería a sentir esa mano sobre el hombro.

Paula sintió una vergüenza repentina. ¿Por qué le estaba contando esa historia? Pedro se limitó a mirarla. Su rostro estaba medio escondido en la penumbra. Ella se encogió de hombros nuevamente.

-Antes, cuando entramos, y también durante el evento, me sentí como si esa mano pudiera aterrizar sobre mi hombro en cualquier momento. Me sentí como si cualquiera estuviera a punto de preguntarme cómo había entrado.

-Tienes el mismo derecho que cualquier otro a estar en estos sitios.

Paula sonrió a medias.

-Bueno, en realidad no. Pero te agradezco que me digas eso.

No hay comentarios:

Publicar un comentario