martes, 12 de mayo de 2020

Pasión: Capítulo 44

A la tarde siguiente, Pedro estaba en su despacho, andando de un lado a otro. El trabajo era lo último en lo que podía pensar. Paula no había salido de su dormitorio, y no había contestado cuando había llamado a su puerta. «¡Vete!», le había gritado. Acababa de llamar a la señora Jones y esta le había dicho que todavía seguía en su habitación. Sentía una extraña sensación de cosquilleo en el cuello. Se volvió y vió que alguien se acercaba a su despacho. Una silueta familiar. El corazón se le cayó a los pies. Sus empleados también se habían parado para mirar, porque sabían lo que aquello significaba. También sabía que significaba algo más, algo más importante que un millón de euros. Gonzalo Schulz iba directo hacia él con una mirada de pura furia. En ese momento Pedro supo que había cometido el error más grande de toda su vida.


La única cosa que sacó a Paula de ese estado catatónico fue una voz familiar. Era vagamente consciente de que fuera era de noche. Oyó esa voz de nuevo.

-Paula, vamos. Abre la puerta. Soy yo.

Se incorporó. No podía ser. Tenía que estar soñando. Sintiéndose como si realmente fuera un sueño, empezó a mover las piernas por fin, se levantó y fue a abrir. Su hermano estaba al otro lado de la puerta. Durante unos segundos, se lo quedó mirando, sin dar crédito a lo que veían sus ojos. Después se echó a llorar y se arrojó a sus brazos, flacos y frágiles. Él la agarró con fuerza, la acarició y trató de consolarla. Sin saber muy bien cómo habían llegado hasta allí, se encontró sentada en un sofá, con Gonzalo a su lado, dándole un vaso que contenía un líquido color ámbar. Respiró hondo. Tenía toda la cara hinchada.

-No bebo.

Su hermano insistió.

-Ahora sí. Vamos. Lo necesitas.

Paula bebió un sorbo e hizo una mueca. Tosió un poco. A medida que la bebida la devolvía a la vida, se dió cuenta de que sí era su hermano quien estaba a su lado. Le agarró la mano.

-Espera. No puedes estar aquí. Pedro está abajo. Si te encuentra.

Dejó de hablar. De repente sintió un cosquilleo y vió que Gonzalo miraba a alguien o a algo que estaba justo detrás de ella, se volvió. Pedro, pálido como la leche, estaba de pie, con las manos en los bolsillos.

-Vino a verme primero cuando llegó -dijo, esbozando una triste sonrisa.

Paula estaba tensa. No entendía muy bien lo que estaba pasando.

-Gonzalo. ¿Qué...?

Su hermano sonrió. Parecía cansado.

-Es una larga historia. Ya se lo he explicado todo al señor Alfonso. Me chantajearon. Unos tipos a los que conocí en la cárcel. Sabían dónde trabajaba y sabían algo acerca de un fraude. Me amenazaron con delatarme ante el señor Alfonso. Yo estaba aterrado. No quería perder lo mejor que me había pasado en la vida. Las cosa fue a peor hasta que quisieron demasiado dinero y tuve que huir.

Gonzalo miró a Pedro. Paula vió respeto en su mirada.

-El señor Alfonso me ha prometido que no presentará cargos si lo ayudo a buscar a esos tipos -volvió a mirar a su hermana-. No sé si podremos recuperar el dinero, pero en cualquier caso seguiré debiéndole mucho al señor. Me ha ofrecido trabajo, y así podré pagárselo todo. Paula, no me merezco esta oportunidad, pero no pienso volver a meter la pata. Lo prometo.

Paula no se podía creer lo que estaba oyendo. Estaba muy sorprendida.

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