jueves, 14 de mayo de 2020

Pasión: Capítulo 46

-Maldita sea, Paula, ¿Dónde estás?

Paula supo que no eran imaginaciones suyas. Levantó la vista y trató de ver por encima de las cabezas. El corazón se le paró un momento al ver a Pedro, sobresaliendo por encima de todos, subido a una mesa, mirando a un lado y a otro. Se volvió hacia ella. Paula se agachó, pero fue demasiado tarde. Un segundo después oyó el golpe de unos pies que aterrizaban en el suelo. Trató de dar media vuelta y echar a correr, pero la gente se agolpaba detrás de ella. No había escapatoria posible. Como a cámara lenta, la multitud se abrió frente a ella. Pedro apareció ante sus ojos como por arte de magia. Alto, bronceado, glorioso. Llevaba una camisa azul claro y pantalones oscuros. Tenía las manos en las caderas. Esos ojos oscuros la taladraban, fijos en ella y precisos como un láser. Las manos de ella temblaban tanto que las bebidas empezaron a tambalearse sobre la bandeja. Él dió un paso adelante, se la quitó de las manos y se la dió a un camarero que pasaba por allí.

-¿Por qué estás aquí, Pedro? Te dejé bien claro en la nota que no me interesa una aventura pasajera.

Los ojos de Pedro brillaron.

-Sí. Esa nota tuya, tan escueta y precisa. «Querido Pedro, lo siento, pero no me interesa una aventura. Adiós, Paula». Dio. Casi me vuelvo loco cuando lo leí.

La multitud estaba tan silenciosa, que casi se hubiera podido oír el ruido de un alfiler al caer. Sin embargo, Paula solo veía a un hombre. Apretó los puños. Abrió más los ojos.

-Quería decir justo lo que dije. No me interesa una aventura.

Pedro se acercó un poco más. Paula retrocedió.

-A mí tampoco.

-Pero si solo dijiste que había algo entre nosotros. -le dijo ella, sacudiendo la cabeza.

-Y lo hay.

Paula cada vez se sentía más confusa. Una rabia repentina, producto de la impotencia, amenazaba con apoderarse de ella.

-Pedro ¿Por qué estás aquí? Quiero que me dejes tranquila. No estoy interesada.

Él se acercó aún más.

-Dime en qué estás interesada.

Paula se quedó de piedra, y mintió.

-Lo único que me interesa eres tú.

-Mentirosa -Pedro sonrió.

-No soy una mentirosa. Nunca he mentido.

-Lo sé, cara... Pero me temo que en esto sí que estás mintiendo.

Paula sintió el escozor de las lágrimas en los ojos. No quería llorar, pero estaba a punto. Pedro dió otro paso adelante y la estrechó entre sus brazos. Fue como el cielo y el infierno a la misma vez. No podía moverse.

-Maldito seas, Pedro -habló sobre su pecho.

Él la hizo retroceder un poco. Le sujetaba las mejillas con ambas manos, acariciándola, atrapando sus lágrimas. Sonaba atormentado.

-No llores, por favor. No quiero hacerte llorar. Solo dime. ¿Qué es lo que te interesa?

Paula abrió la boca. Quería arremeter contra él por el daño que le había hecho, pero no podía. Lo miró a los ojos, y lo que único que vió fue al hombre al que amaba.

-Tú eres lo que me interesa, Pedro Alfonso. Estoy interesada en todo lo que tenga que ver contigo, lo que te conmueve, lo que quieres, lo que te hace feliz. Me interesa hacerte feliz. Estoy enamorada de tí, y me interesa pasar el resto de mi vida contigo. No quiero solo una aventura esporádica. Quiero algo más que eso -de repente sintió que una confianza desafiante se apoderaba de ella-. Bueno. ¿Es eso lo que querías oír? ¿Es lo suficientemente realista y sincero para tí?

Pedro sonrió. Fue una sonrisa distinta a todas las que le había visto hasta ese momento. De pronto Paula creyó ver a ese joven inocente que debía de haber sido. El corazón le dió un vuelco.

-Oh, cara. Eso es exactamente lo que quería oír. Porque, ya ves. Yo también te quiero. Es solo que no quise decirlo ese día porque tenía miedo de que salieras corriendo. Sabía que me ibas a odiar por haberte hecho daño. Y quería hacer las cosas bien. Quería que te enamoraras de mí poco a poco. Para que no me dejaras nunca. Pero cuando llegué a casa te habías ido y solo encontré esa nota.

A continuación pronunció una sarta de palabras en italiano. Paula le tocó la barbilla, reconociendo por fin los signos de angustia en su rostro. Angustia, por ella.

-Estás hablando en italiano.

-Desde que te fuiste, no he podido dormir, ni comer, ni hablar de nada más. Hice que me pusieran unas cortinas en el despacho y mandé a todo el mundo a otra planta para que nadie pudiera verme sufrir. Tú me has devuelto a la vida, Paula, y la idea de una vida sin tí me aterroriza más que cualquier otra cosa en este mundo.

Paula lo miró fijamente. Toda su vida pasó ante sus ojos en un abrir y cerrar de ojos. Ella también se había sentido muy sola hasta que le había conocido. De manera inconsciente le había dado el control desde el principio. porque en lo profundo de su ser, siempre había confiado en él.

No hay comentarios:

Publicar un comentario