—¡No! —exclamó, levantándose—. No hablaba en serio. No quiero que...
Dejó de hablar ya que no encontraba las palabras, pero volvió a hacerlo cuando él comenzó a desabrocharse el cinturón.
—Pedro, no. No quiero hacerlo.
Este se quitó los zapatos y dejó caer sus pantalones.
—¿Estás segura? —preguntó, agachándose para quitarse los calcetines. Cuando se levantó, vio que ella se acercaba a él. Sus labios eran una sensual invitación, sus pechos magníficos... su cuerpo estaba hecho para él.
—¿Qué es eso? —preguntó ella, casi inaudiblemente para él debido al sonido de los latidos de su corazón.
—Es una cicatriz, Paula —contestó él, que observó cómo ella se quedaba helada—. ¿Es tan feo que no puedes soportar hacer el amor conmigo?
—¡Claro que no!
Paula se acercó aún más a él y le acarició el costado. Ronan se estremeció.
—¿Qué pasó?
—Lo que a tí —contestó con dureza—. Un accidente. Pero el mío fue un accidente de avión. Nuestra Cessna se estrelló contra unos arbustos. Yo tenía veinte años y mi mejor amigo veintiuno. Él era el piloto y murió en el accidente.
—Oh, Pedro.
—Ahórrate tu pena —en aquel momento, Pedro no estaba interesado en recordar todo aquello.
Sólo tenía la mente centrada en una cosa. Paula.
—¿Así que sí que sabes?
—¿Qué? —Pedro frunció el ceño, tratando de entender.
—Sí que sabes cómo se siente uno al sufrir algo así —explicó ella, acariciándolo—. Una pérdida... y sufrir heridas.
Pedro le agarró la muñeca y le apartó la mano de su cuerpo. No podía soportar mucho más. No si quería ser capaz de controlarse. Ya estaba empezando a perder el control. La tomó por los hombros y la recostó en las almohadas. Parecía una vampiresa.
—Ahora no es el momento para hablar sobre ello —logró decir él, bajándose los calzoncillos y acercándose a tomar un preservativo—. Lo único que ahora importa, Paula, es que te deseo endemoniadamente. Y por la expresión de tu cara sé que sientes lo mismo que yo.
Hizo una pausa lo suficientemente larga como para que ella protestara. Pero no lo hizo. En vez de eso, lo miró con una mezcla de deseo y sobrecogimiento.
Cuantos fantasmas en la vida de ambos...
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