jueves, 25 de julio de 2019

Venganza: Capítulo 48

—Lo que has oído —contestó ella, esbozando una leve sonrisa y apartando la mirada, tímida.

Él la abrazó tan estrechamente, que sus cuerpos se unieron en uno solo. Nunca se había sentido mejor, ni siquiera cuando hacían el amor apasionadamente. Nada se podía comparar a la sensación de saber que ella le correspondía. Ella, sensual y sexy, que pronto sería su esposa.

—Te amo, Paula. Me ha llevado mucho tiempo admitirlo. Me decía a mí mismo que era simplemente lujuria lo que sentía y la necesidad de mantenerte segura. Pero estaba equivocado.

Pedro comenzó a acariciarla.

—Y he sido un cobarde. No te lo quería decir hasta estar seguro de que tú también me necesitabas.

Se acercó a su cara y le dió un beso en la mandíbula y otro justo debajo de la oreja, tras lo cual le acarició alrededor de ésta con la lengua. Pudo sentir cómo ella se estremecía en sus brazos. Nunca tendría suficiente de ella. Nunca.

—Me aterroricé cuando dijiste que te ibas a marchar de mi casa.

—Estaba tratando de ser independiente —dijo ella—. Nunca me dijiste lo que sentías.

—Eso es porque fui un maldito idiota —sonrió entre el pelo de Marina, oliendo su sexy aroma—. Dímelo —urgió él, decidido a vencer ese último vestigio de temor.

—¡Eres tan mandón!

—Dímelo —volvió a urgir, levantándole la cara—, O no te volveré a besar.

Paula sonrió abiertamente, haciendo que a él le diera un vuelco el corazón de la emoción.

—Te amo. Pensé que era patéticamente obvio —dijo ella, besándolo a continuación.

Sus besos lo enloquecían. Su mujer. Cálida y maravillosa. Su mundo comenzaba y terminaba en ella.

—Desde el principio supe que eras mía —dijo con la respiración entrecortada minutos después.

—Pero yo estaba...

—Preciosa —susurró él en su oreja—. Incluso con aquel espantoso conjunto. Llena de fuego y pasión. Haciéndole frente a ese matón de Wakefield. No me extraña que me enamorara de tí.

—¿De verdad? —incluso en aquel momento su voz reflejaba dudas.

—Paula Chaves, eres una mujer de una belleza deslumbrante —dijo, esperando que le creyese—. Eres lista, competente y endemoniadamente sexy.

—Pero aun así, la primera vez casi te tuve que suplicar que me hicieras el amor.

—Estaba tratando de hacer lo correcto. Te deseaba tanto que me estaba matando. Pero sabía que estabas dolida. Habías perdido a tu padre, tu casa, todo tu futuro. Estabas herida e insegura de ti misma. No tenía ningún derecho a forzarte a tener intimidad. ¡Por el amor de Dios, eras virgen!

—No me forzaste a nada, Pedro. Yo elegí por mí misma, libremente.

—¿Y te vas a quedar? ¿Decidiéndolo libremente? —necesitaba oírselo decir.

Paula asintió con la cabeza, esbozando una suave sonrisa.

—Me voy a quedar.

—Eres la única mujer que existe para mí, Paula.

—¿Así que estás buscando una amante a largo plazo?

—No, demonios —Pedro la abrazó estrechamente—. Mi madre y Laura vienen este fin de semana desde Perth para darte la bienvenida a la familia. Todos se morían de curiosidad por conocerte, pero les hice esperar hasta que no estuviera seguro de tí.

—Ah, ¿Así que ibas a utilizar mi empresa como soborno? ¿Para persuadirme de que me casara contigo?

Paula esbozó una dulce y pícara sonrisa. Pedro negó con la cabeza.

—No. Eso ya se ha firmado, sellado y enviado. Tengo que admitir que pensé que ayudaría a mi causa cuando hoy te diera los documentos... como una sorpresa durante una agradable e íntima comida. Pero confiaba en mis encantos naturales para convencerte.

Pedro fue a besarla de nuevo, pero sintió los dedos de ella presionando sus labios.

—Te has olvidado de algo —dijo ella—, Si quieres una esposa, tienes que pedírmelo primero. Esa es la tradición —los oscuros ojos de Paula reflejaron alegría—. Quizá necesite que me convenzas.

Inmediatamente él la levantó en brazos, acercándola a su corazón, donde ella pertenecía. Entonces se dió la vuelta y se dirigió hacia las escaleras.

—Cuento con ello —dijo, esbozando una sonrisa.




FIN

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