Bruscamente echó la silla para atrás, se acercó al borde de la piscina y se zambulló en el agua. Nadó un poco y, cuando paró, aspirando profundamente y parpadeando para quitarse el agua de los ojos, se le hizo un nudo en la garganta al ver a Pedro. Tiernamente lo miró y vio que sólo llevaba puesto el bañador y una toalla colgada del hombro. Se le aceleró el pulso y le invadió la excitación. Se preguntó qué haría de vuelta dos días antes de lo previsto. Pero entonces vió que éste estaba frunciendo el ceño y nadó hacia él, preguntándose qué pasaría. Él se metió en el agua y la abrazó por el costado, alzándola en sus brazos.
—Hola, Pedro.
—Paula —contestó él, que comenzó a besarla, abrazándola estrechamente.
A ella le dió un vuelco el corazón y se preguntó cómo iba a poder soportar estar sin él. Cuando dejó de besarla permaneció abrazándola y ella se aferró a él.
—¿Qué es lo que pasa? —preguntó Paula al observar la adusta mueca de la boca de Pedro.
—¿Estás buscando piso? —contestó con voz dura y acusadora.
Aquello era lo último que esperaba oír Paula. Preocupada, no supo qué contestar.
—Simplemente estaba comprobando lo que se puede conseguir.
Pedro la abrazó aún más estrechamente, pero sin decir nada.
—Necesito pensar en el futuro —dijo ella, deseando que él la interrumpiera y le dijese que su futuro estaba junto a él, cosa que no hizo—. Hoy he ido al médico.
—¿Qué ha dicho?
—Que me he recuperado estupendamente —dijo, esforzándose por esbozar una sonrisa—. Dice que pronto podré volver a trabajar. Tendré que empezar trabajando sólo unas pocas horas al día. ¿No es maravilloso?
—Maravilloso —dijo él en un tono inexpresivo.
Paula frunció el ceño.
—¿Quieres volver a trabajar?
Ella asintió con la cabeza despacio.
—¿Y quieres encontrar un lugar donde vivir?
—Bueno, yo... Sí. Sí que quiero —mintió ella.
—Pues tus planes van a tener que esperar —dijo él, esbozando una dura expresión.
—No entiendo. ¿Por qué deben esperar?
Durante un rato, él se quedó mirándola, casi como si no supiera qué contestar.
—No hemos terminado con Wakefield... ¿O te has olvidado? Necesito que te quedes aquí hasta que terminemos con eso —hizo una pausa—. No querrás arriesgar las posibilidades de hacerle pagar por lo que ha hecho.
—Me conformaría con que me devolviera mi compañía —dijo ella—. Pero que yo me quede aquí no supondría ninguna diferencia.
—Hay otra razón por la que te debes quedar —Pedro acercó su boca a la de ella.
—¿Sí?
—Sí —asintió con la cabeza sin dejar de mirarla—. Esto. Pedro la besó con pasión, con una pasión que no se parecía en nada a nada que hubiesen compartido con anterioridad. Era una pasión desmedida.
—Te he echado de menos —murmuró él en sus labios—. Y tú también me has echado de menos a mí. ¿O no?
—Sí —susurró ella mientras se abrazaba a él—. Te he echado de menos, Pedro.
Éste le mordisqueó el lóbulo de la oreja y ella se estremeció, consciente de que no tenía la fuerza para dejarlo. Por lo menos no en aquel momento... no cuando la estaba besando de aquella manera.
—¡Pedro! No podemos. Aquí no —dijo ella al darse cuenta de dónde estaban cuando él trató de quitarle el bañador. Salieron de la piscina.
—Claro que podemos —Pedro la agarró y le acarició los pechos tras descubrirlos. El calor se apoderó de ella lanzando flechas entre sus piernas, donde él estaba presionando. Dió un grito ahogado y trató de controlar el temblor que seapoderó de ella... le quemaba el deseo.
—La señora Sinclair... —comenzó a decir Paula, luchando para mantener el control.
Pedro agitó la cabeza y apretó los pezones de Paula entre sus dedos.
—Le he dado el resto del día libre. Estamos solos. Nadie puede vernos. Las puertas están cerradas. No habrá intrusos.
Paula se rindió. No sabía cuánto tiempo iba a estar junto a él, pero no era tan masoquista como para no aceptar su pasión mientras la tenía.
—Bien —dijo, empujándolo por el pecho para que se tumbara.
Se quitó el bañador. Él se quitó el suyo y colocó unos de los muslos de Paula alrededor de su cintura. Ésta cerró los ojos, aliviada al sentirlo sobre ella. Aquello era lo que deseaba con tantas ganas. El tomó su otra pierna e hizo que lo abrazara con ella. Ella se acercó a rozar con sus pezones el pecho de él.
—Sí —replicó él—. Más alto —con un decisivo movimiento se introdujo dentro de ella.
Puala abrió los ojos para mirarlo cuando comenzó a temblar.
—Sí —dijo él de nuevo.
La ternura que Paula vió reflejada en sus ojos le llenó el corazón de emoción.
—Agárrate —la pasión se apoderó de él.
Ella se aferró a él cuando éste se comenzó a mover más rápido. Perdieron el control de la manera más maravillosa. Él permaneció mirándola hasta que ella no pudo aguantar más y gritó su nombre cuando llegó al éxtasis, necesitándolo... amándolo. Como si hubiese sido la señal que había estado esperando, Pedro se movió con fuerza dentro de ella una última vez y hundió la cara en su cuello mientras que los estremecimientos se apoderaron de él. Paula lo abrazó, sintiendo la ridícula necesidad de protegerlo...
Pedro se apretó la corbata mientras miraba a Paula, que estaba durmiendo en su cama. El también estaba muy cansado. Tras haber batido todos los récords y haber terminado en apenas cinco días el trabajo de dos semanas y tras un largo viaje en avión desde Perth, se había pasado la noche haciéndole el amor con ella. Quería quitarse el traje y volver a hacerlo. Pero no podía. No aquel día. Tenía que resolver un último asunto en la oficina antes de tomarse un merecido descanso. Había organizado todo. Frunció el ceño, recordando la sorpresa que se había llevado el día anterior. La noticia de que Paula tenía planeado marcharse le había parado en seco. ¡Qué irónico que se pretendiera marchar en ese momento, justo cuando todos sus esfuerzos habían tenido resultado y se había hecho con varias empresas de Wakefield!
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