martes, 9 de julio de 2019

Venganza: Capítulo 31

—¿Qué te gustaría beber? ¿Licor, vino, o algo suave? ¿O prefieres café?

—Algo suave estaría bien, gracias.

Cuando Pedro volvió del mueble bar, vió que ella estaba sentada en una silla, mirando hacia otro lado. Observó que tenía la mano sobre su falda, acariciándola. Se acaloró al imaginarse su mano sobre la pierna de ella, acariciándole las medias por debajo de la falda. Se estremeció al imaginárselo por el potente erotismo que conllevaba. Casi podía incluso sentir los calientes muslos de ella bajo sus dedos. Se bebió su copa de un trago. Paula no tenía ni idea de cómo su postura revelaba la larga y elegante línea de sus piernas. Se había dado cuenta la primera noche de que ella no tenía malicia con respecto a su cuerpo. Tenía el cuerpo de una seductora, pero actuaba como si hubiese algo que esconder.  Incluso en aquel momento, tras haber estado días vistiéndose con ropas destinadas a volver locos de deseo a los hombres, actuaba como si fuera vestida con un saco.

—Gracias —dijo ella cuando él le acercó su bebida.

No lo miró a los ojos y, como de costumbre, evitó tocarlo. La hacía sentirse incómoda. ¡Incómoda! Él había estado pasándolo fatal desde que ella se había mudado a su casa. Tenía el cuerpo tenso debido al autocontrol al que se había sometido, por la agonía de reprimir una lujuria tan incendiaria que pensaba que iba a consumirlo si no la tenía pronto. Lo estaba volviendo loco. Se sentó en una silla lejos de ella y colocó su copa en la mesa.

—Es una habitación encantadora —ofreció ella, mirando a su alrededor.

—Gracias —dijo él, preguntándose durante cuánto tiempo podría ella evitar mirarlo a los ojos.

—¿Contrataste a un interiorista para que la decorara?

—No a uno profesional. Por lo menos no lo es todavía. Lo hizo mi hermana.

—Tiene mucho talento —dijo Marina sinceramente.

A él siempre le había gustado aquella habitación, pero Laura la había transformado; era un genio en diseño de interiores.

—Gracias. Le diré que te ha gustado.

—El otro día dijiste que ella está en Perth. ¿Está allí estudiando?

—No —contestó él con demasiada brusquedad—. Por el momento no está estudiando.

—Ah, bueno, pero seguro que hay muchas cosas con las que pueda entretenerse allí. He oído que es una ciudad encantadora.

Laura había estado muy interesada en Paula, había preguntado miles de detalles sobre ella por teléfono. Incluso le había dado permiso para decirle lo que había hecho Wakefield. Había dicho que necesitaba oírlo, para saber contra lo que luchaba. Pedro frunció el ceño. Él podía proteger a Paula. «¿Como protegiste a tu hermana?», se dijo a sí mismo. La culpabilidad se apoderó de él. Pero él se encargaría de que Wakefield no le hiciera daño. Recordó que el malnacido había estado tratando de contactar con ella. Y algún día quizá tuviera éxito.

—¿Qué pasa, Pedro?

Éste dirigió su mirada hacia Paula, que lo estaba mirando fijamente.

—No pasa nada... —pero se dio cuenta de lo inútil que era aquella mentira.

Al mirar los oscuros ojos de Paula, que reflejaban preocupación, supo que había estado mintiéndole durante demasiado tiempo. Ella tenía derecho a saberlo. Confiaba que fuera a guardar el secreto de Laura.

—Es mi hermana, Laura —dijo finalmente.

—¿Está enferma? —preguntó ella, frunciendo el ceño.

—Está bien. Ahora —respiró profundamente y se obligó a seguir hablando—. Te dije que Wakefield le había hecho daño a una amiga mía.

Paula asintió con la cabeza.

—No fue a una amiga. Fue a Laura a quien hizo daño.

—¡Oh, Pedro! —la voz de Paula reflejaba su horror—. Lo siento tanto.

Él agitó la cabeza. Ya estaba superado. O casi lo estaba. Laura estaba mucho más fuerte en aquel momento. Casi preparada para retomar de nuevo su vida.

—Laura pensó que yo debía decirte lo que ocurrió.

—¿Le has hablado a tu hermana de mí?

—Quiere conocerte.

—No tienes que contármelo —Paula colocó su vaso en una mesa cercana—. Sé que es un asunto privado. Y es tarde. Realmente debería...

—¡Quédate! —espetó Pedro, ante lo cual ella se puso tensa—. Quiero decir que me gustaría que te quedaras. Necesitas oír esto.

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