Al mirar a Paula, allí sentada con la luz de una lámpara cercana sobre ella, se dió cuenta de que la lujuria que sentía era sólo una parte de todo lo que verdaderamente sentía hacia aquella mujer. También sentía una necesidad de protegerla y una calidez que le hacían sentirse... completo.
—El año pasado estuve unos meses en el extranjero. Tenía que cerrar algunas negociaciones y también estuve de vacaciones. Cuando regresé... —se agarró con fuerza a los brazos de la silla—. Cuando regresé, me encontré con que Wakefield había abandonado su costumbre de ir detrás de mis novias. Había centrado su atención en mi hermana.
Debería haber atacado al malnacido en aquel momento. Pero la vida no era tan simple.
—Laura es mucho más joven que yo. No tenía ni idea de mi historia con Wakefield ni de cómo es en realidad. Es despierta, lista y está llena de vida, pero es un poco ingenua.
O lo había sido.
—Se dejó embaucar por él. Se enamoró de él y creyó que él también lo estaba de ella. Le daba igual lo que le dijeran. Esperaba que le propusiese matrimonio.
Pedro pudo observar el horror que reflejaba la cara de Paula.
—¿Pedro? —dijo ella en tono bajo. Sus ojos reflejaban la preocupación que sentía.
—Nunca se lo propuso —dijo él abruptamente—. Y en vez de eso, Laura descubrió que estaba embarazada. Fue a decírselo, impaciente por hacerlo en persona. Pero nunca llegó a hacerlo. Fue el día que él la dejó de la manera más cruel posible; dejó que lo encontrara en la cama con otra mujer. Y tras ello le dijo que su relación había sido una farsa; simplemente había querido saber cómo era tener sexo con la hermana de Pedro Alfonso.
Pedro apenas se dió cuenta de la exclamación que emitió Paula ante el horror de todo aquello. Era la cara de Laura en la que estaba pensando. Recordó lo consternada que había estado por el dolor y el miedo cuando el médico le confirmó que había perdido el bebé que esperaba. No había llorado. No lo hizo en aquel momento. Se había quedado impresionada y en silencio. Las lágrimas no llegaron hasta después. No llegaron hasta que la depresión se apoderó de ella de la manera más desalentadora posible. Se le aceleró el corazón al recordar el desesperado trayecto hasta el hospital, la espera hasta que le hicieron el lavado de estómago debido a las pastillas para dormir que había tomado, la expresión de la cara de su madre cuando le dijeron que Laura tenía suerte de estar viva...
A Paula se le erizó la piel. ¿Podía Wakefield llegar a ser tan cruel? Era mucho más fácil pensar que Pedro había exagerado... pero no era una exageración. Recordó los fríos ojos de Wakefield. Había algo inhumano en la helada intensidad de su mirada. Su instinto le decía que aquello era la verdad. Pero estaba claro que todavía había más. El dolor reflejado en la cara de Pedro era tal que casi se acercó a consolarlo.
—Laura ha estado... mal desde entonces —dijo Pedro.
—¿Y el bebé?
—Lo perdió.
Paula se sintió enferma. Miró por la ventana, pero todo lo que podía ver era el profundo dolor y la intensa furia que reflejaban los ojos de Pedro.
—¿Wakefield no espera que actúes en su contra? ¿Después de lo que le hizo a tu hermana...?
—Wakefield no tiene claro que yo lo sepa. Laura podría no tener confianza en mí. Y lo que él no sabe es lo del embarazo. Pero es mi responsabilidad detenerlo antes de que haga más daño.
Todo cobraba sentido... la obsesiva necesidad que tenía Pedro de destruir a Wakefield, la disposición de defender su causa contra el enemigo común, su proteccionismo... incluso las abrasadoras miradas. No era atracción lo que sentía por ella; la veía como a otra mujer vulnerable. Probablemente le recordaba a su hermana. Lo que sentía era pena por ella.
Que hdp ese tipo!! Ojalá pague todo!
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