La novia estaba radiante. Iba de blanco y llevaba el cabello recogido con un moño y una flor. El novio iba de negro y estaba muy atractivo. Además, miraba avanzar a su prometida por el pasillo como si estuviera locamente enamorado de ella. Pronunciaron los votos en la pequeña iglesia de Weaver y, cuando se marcharon por el pasillo, los invitados aplaudieron y los siguieron hasta el exterior. El sol reflejaba sobre la fina capa de nieve que había caído durante la noche.
Paula agarró a Pedro del brazo y apoyó la mejilla en su hombro mientras seguían a Horacio y a su nueva esposa fuera de la iglesia.
—¿Contento?
—Lo estaré en cuanto me quite la corbata — murmuró él con una sonrisa antes de llevar la mano al nudo.
Ella le retiró la mano.
—No te quites la corbata. Todavía hay que sacarse las fotos.
Pedro la sujetó por la cintura y la besó.
—No me importan las fotos.
—A mí sí —susurró ella—. Abril parece una princesa con ese vestido. Ambos miraron hacia la pequeña, que estaba frente al fotógrafo con su abuelo, también novio.
—Quiero tener todas las fotos que pueda de ella, porque llegará un día en que se queje de haber llevado tantos volantes.
—Tú no te has cansado de los volantes —dijo él con una sonrisa— . Esa prenda tan sexy que llevabas anoche tenía un volante en…
Ella le tapó la boca.
—Estamos en la iglesia —susurró ella.
—Y menos mal que hemos decidido renunciar a todo el protocolo —le besó la mano donde lucía un anillo de diamantes—. Así pasamos directamente a la luna de miel.
Para Paula, todavía estaban en ella. Se habían casado hacía un mes con una ceremonia sencilla que celebraron en el salón de su casa con la familia y, desde entonces, no habían pasado un solo día sin felicidad. Por supuesto habían tenido discusiones. Desde la reforma del estudio que Pedro insistió en realizar a pesar de que ella había pensado encargársela a su tío Sergio. Sin embargo, su tío estaba encantado de no tener que hacerla porque estaba jubilado y disfrutaba demasiado con su nuevo nieto. Otra discusión que habían tenido tenía relación con el hecho de que Pedro opinaba que Paula dedicaba demasiadas horas a las clases, pero en eso también había ganado ella.
—Pedro —Horacio llamó al padrino—. Ven a sacarte unas fotos.
Paula lo empujó para que fuera. Ella no estaba en el equipo de boda. Las dos hermanas de Daniel habían asistido para acompañar a Susana, mientras que Pedro y Nicolás acompañaban a Horacio. Y en el centro de todos ellos estaba Abril.
—Tenemos una gran familia —murmuró Jimena al llegar junto a Paula—. ¿Se lo has dicho ya?
Paula posó la mano sobre su vientre.
—Se lo diré en el banquete. No quería quitar nada de protagonismo a la boda de Susana y Horacio.
—Estoy segura de que Pedro no va a pensar que le quites protagonismo —dijo Jimena entre risas—. Pero prometo que mis labios están sellados.
—Gracias.
Jimena le guiñó un ojo.
—Debería ser yo la que te diera las gracias. Tenemos que agradecerte que hayas conseguido que Pedro acepte diseñar los edificios de Crossing West.
Paula negó con la cabeza.
—Habría aceptado tarde o temprano.
—Bueno, ahora podremos tener el diseño y los permisos antes de que llegue la primavera. Soy una mujer feliz.
Y Paula también lo era. Una mujer feliz, casada y embarazada. No podía esperar para decírselo a Pedro. Y justo cuando el fotógrafo dio por terminada la sesión y todo el mundo se dispersó para dirigirse a su casa, donde se celebraría la fiesta, ella oyó una vocecita. «Vamos. Ahora».
—¿Has dicho algo? —le preguntó a Jimena.
—No —contestó Jimena, extrañada.
Paula negó con la cabeza. Quizá las hormonas del embarazo provocaban alucinaciones. «Vamos. Ahora», insistió la voz. Era una voz de mujer. Y de pronto, lo comprendió. Sonrió y se acercó a Pedro para susurrarle algo al oído.
—¿De veras? —preguntó él, mirándola.
—Analía ha llamado para confirmarlo esta mañana.
La sonrisa ocupó todo el rostro de Pedro. La abrazó y la levantó del suelo para voltearla. Y se rió.
FIN
Ay me encantó el final!! Cómo nos hizo sufrir este PP!! Jajaja
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